lunes, 27 de septiembre de 2021

La Liberación de Aaxen IV (III)

Saludos a todos, damas y caballeros.

Seguimos con el relato de mis Devoradores de Mundos, La Liberación de Aaxen IV, cuya primera parte podéis ver aquí y cuya segunda parte está aquí


Esta parte del relato es importante porque describe tanto el modus operandi como el sistema de creencias que me gusta imaginar que tiene Vlad Khorgal, el cual como buen Devorador de Mundos es un completo demente, pero cuya demencia tiene unas características y una lógica particular. Como describí en la entrada de su Trasfondo, Vlad Khorgal es sorprendentemente un buen orador, lo cual no se debe tanto a sus propias capacidades como a que, por alguna razón, Khorne lo utiliza para expandir su credo, el cual por otra parte tampoco es excesivamente complejo. En el caso de Vlad Khorgal, ese credo está interpretado desde el punto de vista de su obsesión personal, que es la guerra como forma de enfrentarse a la tiranía. Vlad Khorgal es de los que prefiere una buena guerra a una mala paz, en lugar de al revés, como la gente sensata. Y eso, creo, se ve en este relato. Espero que os guste.

“Acabamos de matar a unos soldados del Dragón"

Los pueblerinos no habían osado pronunciar palabra enfrente de individuos con un aura de poder y violencia tan extrema, pero, ante semejante revelación, el silencio casi tomó forma corpórea. Era evidente que los habitantes de Darnoig odiaban al Dragón y aprobaban la muerte de sus soldados, pero también temían su por otra parte segura represalia. De hecho, el simple hecho de que alguien hubiera tenido la osadía de enfrentarse al Dragón y viviera para contarlo era algo inconcebible, y desde ese mismo momento resultó evidente que nada volvería a ser lo mismo.

“Querían llevarse a la hija de vuestro vecino, Aelfric Haggard. Quiero que me expliquéis quién o qué es ese Dragón y por qué quería llevarse a la hija de Aelfric”

Nadie se atrevió a hablar durante un buen rato. Vlad Khorgal lo había previsto. De hecho, podría haber obtenido esas mismas respuestas por parte de Aelfric, pero quería ver qué tenía que decir cada población en su conjunto. Era evidente que el Dragón era un tirano al que derrocar, y quería saber si la resistencia de Aelfric era un hecho puntual en aquel planeta o una conducta habitual. El propio Aelfric estuvo a punto de hablar, pero tuvo la intuición, en medio del agotamiento de su cuerpo y de su mente, que aquel gigante de armadura roja y dorada estaba buscando determinar quiénes eran sus amigos y sus enemigos en ese planeta, y por alguna razón había considerado que Aelfric estaba entre los primeros. Visto lo visto respecto a su capacidad asesina, era mejor no arriesgarse a decir algo inapropiado y acabar entre los segundos.

“El Dragón lleva aquí más tiempo del que casi ninguno de nosotros podemos contar”, dijo finalmente una mujer con el rostro surcado de unas arrugas que no habían sido provocadas por la edad, pues no debía ser demasiado mayor, sino por un dolor tan extraordinario que nada podía ya perder. “Solo los más viejos recuerdan un tiempo anterior a su llegada”


Vlad Khorgal no habló, esperando que alguien continuara. Al ver que no sucedía nada malo por hablar, otros pueblerinos se fueron animando.

“Gobierna el planeta con puño de hierro. Sus soldados son como nosotros, son nuestros vecinos, pero en el momento en que pasan al servicio del Dragón se convierten en fanáticos implacables”

“Eso es porque temen al Dragón” terció otro. Pocos vieron el casi imperceptible gesto del bíceps de Vlad Khorgal tensándose.

“Muchas de las niñas, cuando cumplen quince años, son llevadas a palacio… y nunca…” la voz de la mujer que estaba hablando se quebró “nunca vuelven”.

“¿Por qué no os habéis alzado contra él?”

Nadie osó responder a la pregunta… nadie salvo un anciano que tenía la mala suerte de haber perdido la vista y, por consiguiente, no ser siquiera capaz de imaginar a quién se estaba dirigiendo.

“No podemos enfrentarnos a él. Sus soldados son más fuertes que nosotros, su poder es supremo, y jamás podríamos triunfar. ¿Qué sentido tiene luchar? Es mejor someterse y al menos...”

El hombre no pudo terminar su argumentación, por la sencilla razón de que su cabeza había quedado separada de su cuerpo y había salido disparada varios metros tras un brutal tajo propiciado por Vlad Khorgal. Crassus, el Ultramarine renegado, hizo ademán de ir a recoger el cráneo cosechado, pero Vlad negó con la cabeza. Aquel cráneo no merecía reposar al pie del Trono de los Cráneos.

Al ver este asesinato, los pueblerinos reaccionaron en primer lugar con un pavor monstruoso, pero poco a poco, a medida que iban siendo conscientes de lo sucedido, el silencio atenazado se comenzó a convertir en el grito desesperado de algunos y el sollozo desconsolado de otros. Vlad Khorgal cortó ambas reacciones inmediatamente con un feroz rugido.

“¡No lloréis a este hombre!”, exclamó con voz potente. “¡No lloréis su muerte, pues no se ha producido hoy, sino en el momento en que su corazón decidió que era mejor el sometimiento que la guerra!”

Ante el grito de Vlad Khorgal, las nubes se volvieron incluso más oscuras, tanto que, de no haber sido por un inquietante resplandor rojizo en el ambiente, prácticamente se habría podido considerar que el día se había convertido en una noche cerrada. Aelfric notó una sensación extraña, como si sus músculos se estuvieran revitalizando tras la paliza recibida, y la fuerza volviera a ellos. Tenía ganas de blandir un arma y usarla contra los soldados del Dragón. Tenía ganar de luchar, matar y mutilar. Se preguntó si eso le estaría sucediendo solo a él, o si más de sus vecinos estaban en la misma situación.

“Pueblo de Darnoig, escuchad mis palabras. Mi señor Khorne me ha traído para libraros de la tiranía. Pero no de la tiranía del Dragón, sino de aquella a la que os somete vuestra propia debilidad. Vosotros mismos recuperaréis vuestra libertad cuando seáis capaces de luchar y matar por ella”.

Aelfric sabía que había algo en las palabras de aquel gigante que no era del todo natural. En cierta forma, tenía la sensación de que alguien, o algo, hablaba a través de él. Y lo peor de todo es que esa sensación le resultaba tan inquietante como reconfortante. Una parte de su alma ansiaba esas palabras procedentes de más allá del velo.

“Aquellos de vosotros que no queráis luchar, volved a vuestras casas. Los que deseéis seguirme, a mí y a mi gran dios Khorne, armaos con lo que podáis, y venid conmigo a derramar la sangre de los tiranos”

Un rugido se alzó de la multitud, que se dispersó, de forma entusiasta, buscando algo con lo que armarse. Unos pocos se encerraron en sus casas y atrancaron las puertas, demasiado asustados al ver lo que estaba pasando, o suficientemente racionales como para saber que lo que se estaba desarrollando ante sus ojos no era ninguna bendición, y no acabaría bien. Lo único que deseaban es que los gigantes de armadura roja y dorada se fueran y se llevaran consigo a los que habían caído bajo su sangriento embrujo. Pero eso no iba a suceder.


Unos minutos más tarde, la muchedumbre volvió a la plaza, armada con una variopinta colección de martillos, hachas, rastrillos, cuchillos y, en general, cualquier herramienta o apero que habían considerado suficientemente adecuada como para usarse en combate. Vlad Khorgal inspeccionó a los cerca de doscientos hombres y mujeres que habían escuchado su mandato, y dirigiéndose a Aelfric, le hizo bajar del caballo y le entregó un hacha sierra. En circunstancias normales, el humano no habría sido capaz de empuñarla y menos tras la paliza recibida anteriormente, pero un extraño vigor se estaba apoderando de su cuerpo y, aunque fuera a dos manos, fue capaz de sostener el arma.

“Aelfric, eres un hombre valiente, y quiero que seas tú quien dirija a estos guerreros”, le encomendó Vlad Khorgal. “Combatiréis bajo mis órdenes, y juntos derrocaremos al Dragón”

Aelfric alzó la mirada hacia el Devorador de Mundos, con el orgullo y la furia corriendo por sus venas. Sabía que haría cualquier cosa que le mandara.

“Esta es mi primera orden, Aelfric: matad a todos los habitantes de Darnoig que no se han unido a vosotros”

4 comentarios:

  1. me está encantando el relato. Me ha gustado mucho la idea de una partida del Caos de marines de varias legiones

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Así es, mi ejército de Devoradores de Mundos tiene una base de tal, pero muchos de ellos proceden de otras legiones. Al final, si algo hay que reconocerle a 40k es que tiene una amplitud brutal en cuanto a los orígenes/culturas/particularidades de cada legión o capítulo, y lo bueno que tiene el Caos es que te permite desarrollar esa mezcolanza, con lo que lo suyo es aprovechar la oportunidad.

      Eliminar
  2. Bien, bien, ¡por fin empieza el rock and roll! ¡Que se note que esto es un culto a Khorne! xD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajajajajajaja... ya te digo. Las cosas se van a poner turbias a partir de ahora. Es lo que tienen los cultos a Khorne... y el Dragón, que tampoco es nada agradable.

      Eliminar