Saludos a todos, damas y caballeros.
La campaña en las Tierras del Sur es, como en todas las campañas que hacemos, una buena oportunidad para expandir el Trasfondo y nuestras historias. Un ejemplo de ello es el de la ciudad endemoniada de Áncrama, que Fornidson se ha inventado y que está desarrollando de forma, desde mi perspectiva, impecable: pocas cosas hay más pulp que una ciudad perdida en medio del desierto/jungla, enormemente rica y donde se adora a los demonios. Es Conan en estado puro.
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El arabismo es otro elemento recurrente en la fantasía, y uno que a mí me gusta particularmente. Ya he hablado en varias ocasiones de mi gusto por lo arábigo y cómo eso aparece en mi ejército de no muertos como uno de sus elementos fundamentales. Lo cierto es que los mitos árabes preislámicos se ajustan muy bien al ideario de no muertos y hechicería, pues en muchos de esos mitos, o de historias recogidas posteriormente en las mil y una noches, hay necrófagos, genios y nigromantes. Como curiosidad adicional, estos nigromantes suelen ser de Marruecos, que en árabe es el "Reino del Poniente" (Mumlakat al-Magreb) y por tanto tiene ese simbolismo de las sombras y el anochecer que favorece lo mágico. Así sucede por ejemplo con el hechicero en la historia de Aladín (siendo Aladín, de hecho, chino).
A mí no me ha quedado tan bien, pero bueno |
El Ocultista
Chantal se reclinó en un lujoso sofá en la sala preferida de su nueva mansión en Ka-Sabar, una que daba al patio donde el argénteo arrullo de una fuente relajaba a la bruja. Una preciosa esclava norse la abanicaba, y la imperial, siempre presta, se deleitó en el placer de aquella estancia. Desde que ella y su cábala llegaran a la ciudad el mercado de esclavos había visto un importante movimiento, especialmente de muchachas jóvenes. Zamira, la nigromante árabe, hacía valer su condición de nacida en Lashiek, el mayor puerto de esclavos del Viejo Mundo, para atraer expertamente la mejor "mercancía" a la tétrica mansión. El ajetreo de personas entrando y saliendo en ella era constante desde hacía varias semanas. Unas pocas entraban por su propia voluntad, y conseguían salir de ella con vida. La mayoría llegaban sin quererlo, y nunca se marchaban.
Poco a poco, la población de Ka-Sabar comenzaba a darse cuenta de que algo no iba bien allí. La mansión ya tenía fama de estar embrujada, pues en ella había muerto Abdul Ben Rachid, y por eso estuvieron encantados de quitársela de encima cuando una extranjera venida del Imperio insistió en quedársela. Y, sin embargo, unos pocos comenzaban a pensar que quizá esa extranjera no era la académica que decía ser, y que lo que sucedía entre los muros de la mansión era mucho más abominable de lo que hubiera podido suceder anteriormente. Pero pocos se atrevían a hablar de aquello en voz alta, y en todo caso Chantal sabía que nadie iría en su contra mientras el dinero siguiera fluyendo y lo único que se perdiera fuera la vida de esclavas a las que nadie iba a echar en falta de todos modos. En sus años de perversión había aprendido que su maldad y su depravación serían toleradas si quienes le rodeaban podían sacar provecho de ellas.
Imagen de Henry Clive |
No obstante, la fama de aquel cónclave de brujas había comenzado a extenderse por determinados ambientes, por lo que, al tiempo que Chantal se reclinaba en el sofá y miraba lascivamente a la esclava norse, un invitado subía las escaleras en dirección al salón.
"Un hombre viene a veros, señora" dijo otra esclava, esta vez imperial. "Se llama Husseyn Hazred"
Chantal recordaba haber recibido su carta, y le hizo pasar. El hombre que entró en la habitación era bastante alto, y había en torno a él un aura de oscuridad que ni siquiera el brillante sol de Arabia conseguía romper. Sus movimientos eran torvos, como si no estuvieran totalmente acostumbrados a un cuerpo tan enorme, y a la imperial le vino a la mente la historia de Nicodemo, el brujo con el que había coincidido en Mordheim y que había sido condenado a crecer sin medida cuando pidió a un genio ser "el mayor mago de todos los tiempos". El tal Husseyn era a todas luces un hechicero, y quizá le había pasado lo mismo.
Chantal no consideró necesario incorporarse ni taparse pese a encontrarse semidesnuda, y disfrutó viendo el destello de lujuria que cruzó la mirada del árabe. Pero se trataba de un hombre con un admirable dominio de sí mismo, que fue capaz de suprimir rápidamente la emoción de encontrarse frente a una de las mujeres más hermosas del Viejo Mundo... frente a varias de ellas, pues Beatrice, Nadia y Sarai también se encontraban en la sala.
Ante una indicación, el brujo árabe tomó asiento, y comenzó a decir:
"Tengo entendido que os habéis estado informando sobre las caravanas y las rutas que parten hacia el sur, hacia las selvas. Vengo a ofreceros mis servicios"
"¿Sois un guía de caravanas? No lo parecéis"
Chantal respondió en árabe, pero el hechicero no mostró sorpresa ante ello.
"No, pero he recorrido esos caminos. Los saurim hablan la antigua lengua de Nehekhara, y yo también. Por eso me contrataban los mercaderes"
"¿Y cómo es posible que habléis ese idioma?"
"Soy un hechicero"
Imagen de FredrikEriksson1 |
Chantal asintió. Aunque hacía mucho que había abandonado el Imperio, todavía no estaba acostumbrada a una sociedad en la que alguien pudiera proclamar libremente que se dedicaba a la magia.
"Muy bien. Pero no sé por qué pensáis que esto me interesa lo más mínimo"
"Sé que vos también sois una hechicera. Una nigromante"
Un leve murmullo de indignación se elevó entre las amantes de Chantal al ver la osadía del árabe. La imperial, por su parte, se incorporó y sonrió, con esa sonrisa tan característica que hizo que Husseyn Hazred no supiera si abalanzarse sobre ella para poseerla o huir lo más lejos que pudiera.
"Todas lo sois" continuó Husseyn. "Pero vos... vos sois la hechicera más poderosa que haya habido en Arabia desde hace mucho tiempo. Quizá desde Jaffar"
El alma del brujo árabe estuvo a punto de escapar de su cuerpo al ver que los ojos castaños de Chantal se tornaban de color púrpura. Quizá había ido demasiado lejos. Quizá había jugado mal sus cartas. Quizá iba a morir.
"Y si soy tan poderosa... ¿creéis que podéis serme útil?"
"Así es. Necesitaréis a quien conozca la zona."
"Una de mis hechiceras es árabe"
"De Lashiek. Está casi tan lejos de estas tierras como de vuestro Imperio. No las conoce"
"Puedo contratar exploradores"
"No ven el mundo como yo. Como nosotros."
Chantal sonrió, satisfecha. Aquel hombre tenía razón en eso, al final. Y, en todo caso, se estaba metiendo él solo en la boca del lobo. No tendría el más mínimo reparo en matarlo cuando ya no fuera necesario.
"Habéis hablado de los saurim... no es la primera vez que los oigo mencionar. ¿A quiénes os referís?"
Husseyn se calmó, pues la pregunta ya no era referida a sí mismo. Su rostro adoptó un aire mistérico, pues no en vano lo que iba a revelar era uno de los grandes secretos del Viejo Mundo.
"Habéis visto en esta ciudad glifos y muros con símbolos extraños, representaciones de serpientes o dragones. Son anteriores al nacimiento de los hombres. Pertenecen a una civilización ancestral que antaño debió gobernar Ka-Sabar, pero que hace tiempo se retiraron a las junglas que hay al sur"
"He escuchado varios rumores desde que estoy aquí. Hablan de lagartos gigantescos como los humanos, quizá más"
"Todo lo que habéis escuchado se queda corto. La mayoría de quienes hablan sobre ellos no los ha visto nunca. Yo sí"
Chantal asintió, complacida. Sentía una curiosidad cada vez mayor por aquellos seres conocidos como saurim. En sus muchos viajes había visto muchas cosas, mucho más que el ciudadano imperial promedio, y desde luego más de las que podría haber soportado su cordura si quedara algún resquicio de la misma en su cabeza. Por suerte o por desgracia, su paso por Mordheim la habían enloquecido más allá de cualquier recuperación posible, lo que a su vez, y quizá de forma paradójica, hacía que pudiera aceptar sin temor secretos espeluznantes para cualquier otro ser humano. Pero de todas las cosas que había visto y conocido, la existencia de aquellos hombres lagarto era algo que se le había escapado... hasta su llegada a Ka-Sabar.
"Marcharás junto con Zamira y prepararás el terreno para mi llegada. Investigad los caminos y dominadlos. Y, si cumples con tu deber, tendrás el agradecimiento de la Maestra de la Carne"
Me parece un puntazo lo de que se apellide Hazred
ResponderEliminar¡Gracias! Era una referencia obligada. Es más, creo que uno de los ocultistas del Darkest Dungeon te aparece también con ese nombre...
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