Saludos a todos, damas y caballeros.
Como dije en la entrada en que describí la batalla final de la campaña/escalada Muerte en el Bosque, su finalización correcta, oficial y sancionada debía venir de la mano de un relato adecuado. Al final, si el propósito de las escaladas es pintar miniaturas, y en este caso ejércitos concretos en un periodo de tiempo determinado, el objetivo de las campañas siempre es crear una narrativa molona, y en este caso la verdad es que la ha habido.
La referencia a la hora de hacer esta campaña/escalada fue la anterior que habíamos desarrollado en 2020, Sangre y Gloria, que tuvo un final bastante épico y cuyos efectos se extendieron hasta el año pasado con la muerte de Martin Khornelissen. No sé si esta campaña tendrá tanta influencia dentro de nuestra narrativa particular, pero en todo caso ha servido para narrar una bonica incursión a Athel Loren (con el resultado previsible) y las peripecias que ha tenido que atravesar mi líder corsario, Anleith Seadrake, para llegar hasta el bosque, y que narré en su momento en los relatos de la Anabasis de Seadrake. Con lo que bueno, ha estado bien aprovechada la campaña.
Como digo, os dejo pues con el relato de cierre. Espero que os guste.
Seadrake estaba cada vez más enfadado consigo mismo por haber aceptado el encargo de aquella estúpida noble, lo que le había llevado al corazón del mismísimo Athel Loren. Era un elfo de mundo, y por tanto había estado en muchos otros bosques anteriormente, pero también era un marinero, acostumbrado a los espacios abiertos, y la sensación de no saber qué podía haber a un par de metros le ponía de los nervios. Además, el sentimiento de opresión que normalmente experimentaba cuando el cielo estaba tapado por una bóveda de árboles ancestrales era mucho peor en aquel maldito bosque que en ningún otro que hubiera visitado antes: había algo en el ambiente que embotaba los sentidos tan afilados incluso de un corsario druchii, una especie de magia que sonaba en el fondo de su cerebro como el sonido estridente del acero rasgando la roca.
Se preguntó qué clase de degenerado disfrutaría viviendo en un lugar así, aunque la respuesta estaba clara, pues no dejaban de ser aquellos de sus primos que habían decidido quedar viviéndose entre los árboles cuando los elfos de Ulthuan regresaron a su isla. Era evidente que los asur eran gentuza inmunda, pero al menos tenían la decencia de vivir en palacios y en tierras civilizadas, no como esos primos suyos que habían juzgado conveniente vivir entre ramas como si fueran ardillas. Que hubieran conseguido acostumbrarse a esa especie de sortilegio hipnotizante, algo que Seadrake creía que era propio del bosque en sí y no de los hechizos que los elfos pudieran haber lanzado, no era sino una muestra más de su perversión.
El propio pirata sabía que se encontraba en una batalla, rodeado por su tripulación, pero era incapaz de formarse una idea precisa que fuera mucho más allá. Cerca estaba la milicia de Karond Kar, liderada por el estúpido pero eficaz Urian Darksword, y a sus espaldas había algunos ballesteros. Sospechaba que la guardia negra combatía en algún lugar a su izquierda, pero no era capaz de verlos ni tenía ni idea de lo que pasaba con ellos. Al menos era reconfortante no sentir su inquisitiva mirada para variar, pero no le habría importado tener cerca sus alabardas y su absoluto desprecio por cualquier forma de vida. En cuanto a las bestias cuya ayuda había conseguido negociar, sabía que estaban... en alguna parte. Sus gritos eran demasiado brutales como para no ser escuchados, pero tampoco los veía. Ni los olía, algo por lo que daba gracias a Mathlann.
Tenía también la sensación de que había asur en alguna parte en el bosque... los elfos silvanos no deberían haberles recibido con mucho aprecio, pero después de lo que había pasado en Quenelles, era evidente que enviarían una partida de guerreros a buscarlos. Y Seadrake haría que lamentaran haber ido en su persecución... si tan solo conseguía saber dónde demonios estaban.
Escuchó un extraño ruido a su derecha, como el ulular de algún ave rapaz, y no pudo evitar una mueca de asco cuando vio que quienes hacían ese ruido no eran pájaros, lo que habría estado justificado, sino elfos en taparrabos y con el cuerpo tatuado que no habían tenido mejor idea que lanzarse contra el muro de lanzas de la milicia de Karond Kar armados con dos espadas y protegidos, a falta de armadura, por su profunda estupidez. Aquello demostró ser insuficiente para romper las disciplinadas filas de los druchii, y pronto aquellos estrafalarios bailarines retrocedieron. Seadrake quiso ir en su persecución, pero entonces vio cómo unos trozos de madera andantes se lanzaban a por ellos.
"¡Por el botín, muchachos!"
Aquel era su grito de guerra habitual, el cual tenía la ventaja de ser directo y muy sincero, aunque en aquel contexto la promesa de un botín era mucho más imprecisa. Lo que parecían ser trozos de madera andantes eran una especie de espíritus de los bosques, hechos efectivamente de árboles, pero con una especie de rudimentaria y maligna inteligencia guiándoles. En cierta forma, parecían demonios, aunque Seadrake no tenía un alma inclinada a las sutilezas teológicas y sí a la violencia. Su mente se afiló al poder finalmente centrarla en algo, y se dedicó a repartir tajos a diestro y siniestro con un odio muy profundo y honesto. Sus corsarios lo imitaron, y pronto aquellos seres decidieron que habían mordido algo que difícilmente iban a poder tragar, con lo que iniciaron la retirada.
Seadrake iba a dedicarse a perseguirlos cuando captó algo por el rabillo del ojo.
¿Ese árbol de diez metros acababa de moverse?
Nunca llegó a formular la pregunta en voz alta, pero igualmente recibió respuesta cuando una gigantesca rama golpeó la formación de corsarios, lanzando a cuatro o cinco por los aires con un chasquido de huesos rotos. Seadrake había visto muchas cosas terroríficas, incluyendo a otros hombres árbol antes, pero ninguno tan enorme y poderoso... y pocas veces había experimentado tanto el dolor ajeno como al ver cómo el cuerpo de sus soldados era destrozado como si fueran ramitas secas por aquel ser monstruoso. Un escalofrío de puro terror le recorrió la columna dorsal cuando el hombre árbol fijó su mirada en él, y supo que había llegado el momento que, en el fondo, llevaba mucho tiempo deseando.
"¡Retirada! ¡Volved al campamento!"
Era el momento de salir de allí cagando leches.
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Aunque la batalla se había producido al poco de adentrarse en Athel Loren, a Seadrake le pareció que su huida hacia el campamento, establecido a las afueras del bosque, había durado una eternidad. Él y sus corsarios, los pocos que habían sobrevivido, fueron los primeros en llegar, y poco a poco lo fueron haciendo el resto de supervivientes... los cuales habían sido muy pocos.
El primero en aparecer fue Kevoluth Voidwalker, quien caminaba a pie, sin rastro de su pegaso. No dijo nada ni le dijeron nada, pues sabían que todo intento de comunicación con él sería esencialmente inútil. Parecía encontrarse en un estado aceptable, y aunque su armadura mostraba algunas quemaduras, llevaba consigo tres cabezas cortadas de asrai. El siguiente en aparecer fue Urian Darksword, bastante malherido, acompañado por un número alarmantemente escaso de milicianos de Karond Kar. No había ni rastro de los jinetes ni del carro, lo cual era una noticia bastante mala.
Posteriormente aparecieron aquellos a los que Seadrake habría preferido ver muertos: varios guardias negros, al mando de su capitán, habían conseguido sobrevivir a la batalla, y no parecían haber sufrido mucho daño. En opinión de Seadrake, eso solamente mostraba que no habían combatido con suficiente intensidad, pero se guardó mucho de decir nada. Finalmente, su hermana hizo acto de presencia, y no dejó pasar la oportunidad de ver al corsario derrotado para ahondar en la herida.
"Vaya, hermano... parece que esta vez no serás capaz de conseguir tu contrato"
Seadrake no dijo nada, pero el silencio no era una estrategia viable para conjurar los demonios que su hermana escupía por la boca.
"No creo que sea la primera vez que te pasa, ¿verdad? Creo que Vakhal no estará muy contenta contigo... ¡quizá te mande torturar! Creo que tiene preferencia por..."
"Esto no ha terminado" gritó Seadrake, quien podía vivir en la ignorancia de cuál era el método de tortura preferido por su cliente. "Todavía podemos sacar algo bueno de este viaje"
"¿En serio, hermano? ¿El qué? ¿Un mayor conocimiento de la flora del Viejo Mundo, tal vez?"
Seadrake no respondió, no porque quisiera ignorar a su hermana, sino porque estaba viendo cómo algunas sombras tomaban forma y avanzaban hacia ellos. Formas astadas, concretamente. Los hombres bestia les habían seguido, y quedaba por ver si sus intenciones eran perversas... o muy perversas.
Su líder avanzó hacia Seadrake, aparentemente sin sentir temor de las ballestas que le estaban apuntando... muchas menos de las que el corsario habría querido. En todo caso, antes de estar a distancia de combate se detuvo, y se limitó a decir, en su lengua corrupta:
"Gor luchar. Gor querer pago"
"Ah, cierto, el pago..." susurró Seadrake.
Gorwen, su hermana, era una hechicera capaz. Pero nunca habría llegado a ser una gran hechicera, pues para ello habría necesitado una mayor capacidad de comprender el contexto que le rodeaba, y los ligeros pero cruciales cambios de situación. La bella druchii tardó un segundo de más en darse cuenta de que, de pronto, todo el mundo la estaba mirando; tardó otro precioso segundo adicional en entender qué significaba aquello; y desperdició otro tercer segundo en pensar que, realmente, debía hacer algo. Tres segundos eran demasiados, y antes de que terminara de recitar el hechizo que había decidido usar, uno de los corsarios de Seadrake le golpeó en la nuca con la cazoleta del alfanje, dejándola inconsciente.
"¿Lo ves, hermana?" dijo Seadrake riendo a medida que el caudillo hombre bestia la cargaba sobre la espalda y se la llevaba a su guarida "yo siempre saco algo bueno de cualquier viaje"
Buenooooo ...
ResponderEliminarEsto no puede acabar así.... que estos personajes molan muchísimo.
Que haya un nuevo episodio con Gorwen tratando de escapar o algo. O del hombre árbol haciéndola parda. O de las cabras de barbacoa. Un poco más de metadona por favor.
Está muy guapo.
Un saludo
¡Muchas gracias! La verdad es que ahora me está dando pena que Gorwen muera, tiene madera de auténtica canalla hijaputa, es una pena perder una hechicera así... con lo que me apunto lo de su huida.
EliminarDel hombre árbol... ¡¡espero no volver a saber nada en mucho tiempo!!