lunes, 9 de diciembre de 2019

[El rescate del Marqués de Seda] Reacción en Commorragh



Merodach sabía que tenía que actuar con rapidez. De momento era de los pocos que habían recibido noticia de lo ocurrido en el planeta selvático de Borneia, pero no tenía ninguna duda de que en poco tiempo toda Commorragh se enteraría. Quizás alguno de los azotes que volaban en esos instantes por los pináculos de la ciudad estuviera llevando esa información al arconte de una cábala rival. Por ello actuar con rapidez era vital.

Su primera reacción, natural por otra parte, en cuanto se enteró de que el Marqués había sido apresado fue la de hacerse con el control de la Cábala. Al fin y al cabo, alguien que ostenta el título de jerarca o primer draconte es el que en mejor situación se encuentra para convertirse en el nuevo amo en caso de que a su señor le pase algo, y aunque tendría que competir con los demás dracontes, lo haría desde una posición de ventaja. Sin embargo había dos factores que, tras meditarlo, le impulsaron a no tomar esa decisión.

El primero era que el Marqués todavía seguía vivo. Éste era un matiz muy importante, sobre todo teniendo en cuenta que, por lo que le había dicho Oterarad a través de un mensaje privado, varios contingentes eldars de mundos astronave, corsarios e incluso arlequines se estaban movilizando para asaltar el lugar a donde lo habían llevado preso. Seguramente el hemónculo estuviera exagerando a fin de dar la impresión de que el cautiverio sería breve y que pronto el Marqués volvería a Commorragh a reclamar sus pertenencias, pero por muy adulterado que estuviera ese informe, la realidad era que el Cónclave de la Llave seguía en Borneia, aparentemente con las tropas que habían acompañado al Marqués bajo su control.

En segundo lugar, estaba el asunto de los íncubos. Hacía poco habían sellado un pacto con la Cábala de la Séptima Conciencia, pero Merodach sabía bien que esa alianza se limitaba al Marqués, no a sus subordinados. Varios de estos guerreros de élite custodiaban las cámaras privadas del Marqués en el Palacio de los Deleites, y el jerarca sospechaba que si él intentaba acceder a ellas, le cerrarían el paso, por mucho que se proclamara nuevo arconte. Además, sus espías le habían comunicado que otra misiva de Oterarad había llegado a Commorragh, y su destino había sido el Gran Templo de los Íncubos. Qué clase de información o instrucciones llevaba era algo que sólo podía intuir.

En su escrito, Oterarad había ordenado al jerarca que asumiera el control de la cábala en ausencia del Marqués, tal y como había estado haciendo hasta ahora. No parecía darse cuenta de que en cuanto se divulgara la noticia por Commorragh, la situación se pondría mucho más tensa y que incluso podría haber una guerra con otras cábalas. O si se daba cuenta, parecía que le diera igual. Lo único que decía era que asegurara las posesiones del Marqués, pero no decía nada de que enviara refuerzos. Pareciera que prefiriese que los mejores guerreros de la cábala se quedaran defendiendo sus posesiones.

Todas estas instrucciones de Oterarad no le gustaron nada, teniendo en cuenta que, de haber alguien que pudiera atribuirse el derecho a hablar en nombre del Marqués, ese alguien era él mismo, no el hemónculo. Sin embargo se guardó bien de manifestar su ira o de incumplir sus instrucciones, pues poca gente en la Ciudad Siniestra puede permitirse el lujo de enfrentarse al poder de un Cónclave, e incluso los más poderosos arcontes tienen que medir sus palabras cuando tratan con ellos.

Un problema muy común en todas las cábalas en cuanto son descabezadas es que casi todos los integrantes tratan de mejorar su posición aprovechándose del caos generado. Más peligroso incluso que las amenazas exteriores, este conflicto interno debilita enorme a la cábala, fragmentándola en múltiples facciones, cada una luchando contra las demás, y por tanto siendo mucho más vulnerables ante una amenaza exterior, manifestada normalmente en forma de cábala adversaria completamente unida.

Merodach, como todo comorrita, sabía esto, y una vez hubo aceptado que no iba a intentar imponerse como nuevo arconte, necesitaba acabar con esta amenaza. Por ello, lo primero que hizo fue asegurarse de que todos los demás dracontes fueran asesinados. Era posible que varios de ellos no hubieran pensado en sublevarse pero no debía correr riesgos, aún si eso implicara el prescindir de varios oficiales competentes. Ocho minutos más tarde, todas las cabezas que había pedido estaban en sus aposentos. A continuación, Merodach movilizó a todos los guerreros de la cábala ordenándoles tomar posiciones defensivas en todo el Palacio de los Deleites, para prevenir cualquier tipo de amenaza. Un fuerte destacamento fue enviado a los astilleros así como a otras posiciones estratégicas.

No habían pasado ni veinte minutos desde que recibiera el mensaje de Oterarad cuando le llegaron informes de que un nutrido grupo de íncubos se acercaba al Palacio y que pedían entrar. Al parecer habían recibido instrucciones de defenderlo durante la ausencia del Marqués, a quien les unía un pacto. Una hábil jugada de Oterarad, pensó Merodach, dirigida a alejar de él toda idea de sublevarse. Tras entrevistarse brevemente con el líder de los íncubos, no tuvo más remedio que permitirles el paso y que se acuartelaran en el interior. Por lo menos los íncubos aceptaron seguir sus instrucciones hasta que todo pasara, pues por su disciplina sabían que en una situación de emergencia no hay nada peor que varias cabezas dando órdenes, a veces contradictorias, en vez de una sola que tenga una visión global de todo.

Pasaron varias horas sin que aparentemente pasara nada. Visto desde fuera, el Palacio de los Deleites tenía el aspecto del de un día normal, pero por dentro era un continuo ir y venir de guerreros, armas y municiones. Los escudos de defensa fueron activados, lo que dieron a sus esbeltos torreones y murallas un ligero color azulado, apenas perceptible para otras razas pero perfectamente visible para los agudos sentidos de un eldar. Era un aviso claro: la Cábala de la Séptima Conciencia estaba preparada para cualquier amenaza exterior.

Finalmente, un representante del Cónclave de la Llave hizo su presencia en el Palacio. En vez de recibirle en alguno de los salones para invitados, Merodach acudió rápidamente al patio en el que en ese mismo instante estaba aterrizando un ponzoña. Varios guerreros montaban guardia alrededor del patio, con sus rifles cristalinos preparados en caso de que la entrevista tomara un cariz amenazante.

Cuando el transporte se quedó levitando a medio metro del suelo, el enviado bajó de un salto. Merodach le reconoció enseguida. Por su cabeza calva de la que salían varias pequeñas prominencias óseas distinguió sin atisbo de duda a Izch'Ikor, "el Procreador". Varios siglos atrás, el jerarca había acudido a su quirófano para someterse a una operación. Si bien estaba contento con el resultado (le había añadido en los dedos varios nervios de recepción para que pudiera degustar la sangre de aquellos a los que mataba con las manos desnudas), el pago había sido muy elevado. Demasiado quizás.

Junto al hemónculo iban tres acompañantes. Dos de ellos eran claramente hemacólitos, con una complexión fuerte y un aspecto destinado a generar temor, pero que desprendía una ligera aura de corrupción, como de algo que no estaba totalmente sano. El tercero era una auténtica montaña de músculos, sin duda un guardaespaldas lobotomizado, cuyo cuerpo había alcanzado ese estado a base de hormonas de crecimiento acelerado y otra clase de productos extraños. Izch'Ikor se acercó, seguido a poca distancia por su comitiva.

"Saludos, draconte. Me alegra ver que has seguido los consejos de Oterarad en cuanto a la defensa del Palacio. Sin duda la presencia de todos esos íncubos de "ayudará" a tomar las decisiones correctas. Venía sólo a saludar y a informarte de que el Cónclave de la Llave parte hoy mismo en dirección a Borneia. Parece ser que allí nos uniremos a nuestros primos de Saim-Hann y juntos rescataremos a tu Marqués."

"La verdad he de reconocer que me sorprende tal implicación del Cónclave. Pese a las buenas relaciones que tiene con la Cábala de la Séptima Conciencia, no deja de llamarme la atención toda la buena fe de Oterarad. Qué amable por su parte movilizar a sus tropas.  Lo que no acabo de entender es por qué ha asumido él el mando de la operación, en vez de delegar en el segundo dirigente de la Cábala."

Hasta el eldar más joven sabía que no había buena fe ni altruismo en las intenciones de Oterarad, sino simplemente la visión de jugosos beneficios y reconocimiento en caso de rescatarle, esos mismos que Merodach se perdería quedándose en Commorragh. El hemónculo sabía analizar bien las situaciones de las que podía sacar provecho, y esta era sin duda una de ellas.

"El Escultor de Almas se desvela por el Marqués, al que le une una gran... amistad. Tanto es así que nos está movilizando a muchos de sus camaradas, junto con nuestras mejores tropas, para que vayamos a su encuentro. Tiene también gran confianza en ti, y considera que eres el más indicado para garantizar la seguridad del Palacio de los Deleites en caso de que alguien piense que quizás debería cambiar de dueño. Pero primero, antes de poder partir, tengo que dirigirme a vuestros astilleros para solicitar el uso de algunos transportes. En el Cónclave tenemos los nuestros propios, pero no nos llegan para todo lo que queremos enviar. Querría pedirte simplemente algún tipo de autorización que me facilitara las cosas con quien tengas allí de responsable. Desde luego que pagaremos ahora la cuota correspondiente, aunque estoy seguro de que a nuestra vuelta nos será restituida. Con generosidad, me atrevería a decir. Claro que podría hacer todo esto sin pedirte autorización, simplemente exigiéndote el pago de ciertas deudas que tienes desde hace tiempo con nosotros, pero prefiero hacer las cosas bien, sobre todo si nuestra causa es común."

Merodach estaba acostumbrado a las bravatas y amenazas, pero dichas por Izch'Ikor, esas palabras tenían un valor real. Un hemónculo no pierde el tiempo amenazando con cosas que no puede hacer. Sin embargo, Merodach mantuvo el mismo tono que hasta entonces, haciendo como que no las había oído.

"Bien, pero el pago será el habitual y se abonará ahora. Como jerarca y responsable temporal de la Cábala tengo que asegurarme de que se cumplen los procedimientos. Si luego el Marqués considera que estáis exentos, eso ya no es asunto mío, pero hasta que no esté de vuelta y de una pieza, todo seguirá el protocolo habitual."

"Oh, no te preocupes. Tu Marqués volverá sano y salvo a Commorragh. Bueno, sano quizás no, pero no hay nada que en el Cónclave no podamos hacer para conseguir que se recupere. Mientras tanto, tú ocúpate de este bonito palacio y de esos lucrativos astilleros. No creo que a tu señor le agrade volver a casa y descubrir que no tiene... casa."

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