Saludos a todos, damas y caballeros.
Más o menos por estas fechas el año pasado estábamos presentando la campaña del Reposo de los Muertos, basada en Círculo de Sangre, una de las maravillosas cinco campañas que hubo en quinta edición. En ella, los bretonianos de Helios se enfrentarían al Culto de la Carne Inmortal por la posesión del Ulth Kanopesh, un artefacto de un terrible poder. Jugamos la partida primera, segunda y tercera de forma más o menos seguida, pero al final de la tercera tuvimos que hacer un parón para ampliar nuestros ejércitos hasta los 3000 puntos. Si a eso le sumamos que la última batalla ha estado en cierta forma "maldita", con muchos e insospechados problemas de agenda, se explica que hayamos tardado tanto...
Pero, finalmente, lo hemos conseguido.
Os dejo de momento con el escenario de la batalla, así como con relatos introductorios. Dentro de poco publicaré el informe de batalla. A diferencia de las tres partidas anteriores, ésta se jugó con el sistema de Warhammer Reforged (en lugar de sexta) y el escenario está pensado para tal, aunque seguramente no haya una gran diferencia si se jugara en sexta o cualquier otra versión.
Había llegado el momento de poner fin de manera definitiva a aquella incursión.
Los informes que habían traído los mensajeros de diversos puntos de la región finalmente habían desentramado el enigma: los nigromantes estaban allí para apoderarse de una impía reliquia de gran poder maligno. Milten afirmaba haberse cruzado con ellas cuando tiempos de su propio Gran Viaje en busca del Sagrado Grial, cuando sus pasos lo llevaron a la maldita ciudad de Mordheim, en la que no pocas veces estuvo a punto de dejar la vida. “Son un aquelarre nigromántico conocido como el Culto de la Carne Inmortal. Su líder es una poderosa agente de lo maligno, conocida como Chantal. Guardarnos debemos de tal oscura arte, pues es lista, y despiadada. Un mal que debe ser erradicado”. Así se había expresado en una larga carta, entregada junto a otra de la abadesa Leonor. La petición de su sobrina era clara: aquel artefacto no debía caer en manos del enemigo bajo ningún concepto. Debían ser detenidos a cualquier coste. El barón conocía a los suyos, y confiaba en ellos para no dudar de sus advertencias. Llevaba dos días marchando al mando de todo hombre que había podido reclutar por toda la ciudad para defender sus tierras.
Sus tierras. Aquellas que habían arrebatado al mal a sangre y fuego, y que conservaban con aún más cantidad de ambas cosas, precio exigido a los hombres de bien en aquellas remotas tierras de los Reinos Fronterizos. Pero al amparo de la luz de la Dama del Lago, nada temían. Pues sabían en sus corazones que la rectitud de su causa les daría fuerzas para afrontar aquella prueba.
Su atención regresó a su alrededor, sintiendo el balanceo de Garold al caminar al paso, seguido de un retumbar grave y metálico al mismo tiempo. El sonido de miles de caballos y hombres armados para la guerra avanzando hacia la oscuridad para aplastarla bajo sus pies. El sonido de las mesnadas de Carranza yendo a la batalla. Habían acampado la jornada anterior, tras una fatigosa marcha, a tan solo unas horas del lugar donde se encontraba el viejo mausoleo de lady Margot. Al despuntar el primer rayo de sol de aquella mañana todo el ejército formó y se puso en marcha, dispuesto a tomar la iniciativa al enemigo y aplastarlo sin cuartel. Conforme avanzaban, los diferentes contingentes iban adoptando la formación prevista para dar guerra a las nigromantes. En el centro, para mantenerlo firme hasta el final, caminaban los Caballeros del Grial que se habían reunido desde diferentes puntos de la región para ayudar en la causa de exterminar a los muertos vivientes. A la cabeza de sir Lambard de Mousillon, antiguo protegido de su hermano, protegían a lady Genevive que los acompañaba rodeada por ellos. El aura de confianza que desprendían y su porte magnífico, bendecido por la Gracia de la Dama del Lago en persona, inspiraban confianza en los hombres que los rodeaban. Todo caballero bretoniano y hombre de armas disponible en la región caminaban como un solo hombre, haciendo temblar el suelo al pasar mientras entonaban cánticos y loas a la Dama del Lago para que los observara luchar y morir aquella jornada en Su nombre, para ganar así un lugar junto a la gloria en la otra vida.
De pronto, sintió movimiento en los caminos que venían desde el oeste. Un enorme gentío provisto de ardientes antorchas, armas improvisadas y herramientas de labranza, se estaba reuniendo en la zona cercana al flanco izquierdo de su ejército. Ni tan solo hizo falta que diera la orden, pues ya veía el caballo de oro y gules de sir Roderic el Casto dirigirse hacia la muchedumbre para averiguar sus intenciones. El propio barón abandonó un instante la formación para dirigirse hacia el lugar. Desde la distancia podía ver a su portavoz hablando con sir Balduin, aquel que llamaban el Loco, a cuyas espaldas se encontraba la exaltada turba. León detuvo su montura, manteniendo una distancia. No hacía aquello por mala razón alguna, sino por cortesía, pues el día que sir Balduin llegó a Las Ocho Villas de Plata hizo saber que un juramento le obligaba a reusar la compañía de sus iguales en nobleza. Por ello, trataba solo con gentes del pueblo llano, y por respeto a su penitencia el barón se había acostumbrado a tratar con él solo a través de otros. Apenas lo vio, sir Roderic giró grupas y llegó hasta él.
"Mi señor, sir Balduin y los campesinos y penitentes del Santo Sepulcro de Ibliin solicitan su permiso para unirse a vuestro ejército en el enfrentamiento, si humildemente tenéis a bien darles la gracia".
Le informó el veterano, mesándose pensativo la barba emblanquecida por la edad. León quedó también meditabundo un instante. Temía por la vida de aquellos campesinos, que por lo general debían ocuparse de vivir sus vidas de campo con la mayor tranquilidad que la familia Devance les podía conseguir. Sin embargo, conocía del carácter fervoroso de su pueblo, que consideraba la presencia de los muertos vivientes una afrenta a la voluntad misma de la Diosa. Corría el riesgo de que los siervos desoyeran su consejo y se arrojaran por su cuenta al conflicto, cosa que podría ser fatal en un momento de desorganización. Decidió dejarles avanzar por el flanco izquierdo llegado el momento, junto a los mejor entrenados hombres de armas. Así no los arriesgaría en campo abierto.
"Sea". – Respondió el campeón de Carranza finalmente. – "Tienen mi permiso, ve y díselo".
Dejó a sir Roderic ocuparse del asunto y regresó cabalgando a su lugar en la formación. Los hombres alzaban sus armas y gritaban consignas de guerra al verlo pasar, que él respondía alzando su refulgente escudo, donde estaba grabado el símbolo del Santo Grial. Aquel por cuyas aguas debían los benditos cumplir el lugar que les correspondía como escudos de los hombres justos, que arrancaba más exclamaciones de sus guerreros seguros que, con su gran campeón con ellos, la batalla conduciría a la victoria. Al regresar al centro del ejército Leonor le miró un instante, los fieros ojos negros llenos de una implacable determinación. Aquel terrible artefacto no podía ser dejado en manos del Culto de Chantal a ningún precio, y confiaba en su tío como en ningún otro para lograr mantenerlo a salvo.
Todos los allí reunidos lo sabían, y acudían dispuestos a entregar la vida en Su servicio. Pues la Dama del Lago los había escogido a ellos, y a ningunos otros, para llevar a cabo esa labor. En Su Nombre y Su Gloria, expulsarían aquel mar de maldad de sus tierras
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La visión del ejército bretoniano dispuesto para la batalla era sin duda esplendorosa: decenas, cientos de pendones se alzaban en un espectáculo multicolor, reforzado por la heráldica de los escudos, bardas e incluso corazas que lucía cada uno de los caballeros reunidos por Sir León Devance para enfrentarse a los no muertos. Cualquier persona normal se habría sentido conmovido al ver tanta disciplina y coraje y, caso de que fueran sus enemigos, preocupado.
Pero Chantal no era una persona normal.
En su retorcida y desquiciada mente solo veía pequeñas e insignificantes llamas, hombres que habían sido bendecidos con una mente demasiado estrecha como para dudar, débiles fragmentos de vida que se aferraban al coraje como si aquello pudiera ser un escudo frente al terrible horror del mundo. Como si pudieran saber lo que realmente era el horror.
Quizá aquel coraje les protegiera aquel día. Quizá les protegiera en todos los días de su vida. No importaba, porque eran mortales, y tarde o temprano tendrían que asumir la derrota. Cada uno de los combates que libraban era un combate inútil y desesperado por evitar algo que les sobrevendría independientemente del coraje con el que combatieran. Sus espadas se mellarían, sus corazas se quebrarían y sus músculos volverían al polvo. Chantal lo sabía, porque lo había visto. Nada de lo que hicieran importaba, ninguna de sus almas importaba.
Pero había algo en aquel campo de batalla que sí era permanente. Algo que sí era eterno. Y lo ansiaba, pues allí estaba el Ulth Kanopesh.
Frente al pálido tapiz formado por las almas de los guerreros que acudían a su fe o a la compañía de sus semejantes en un momento de tribulación, otras brillaban con un fulgor extremo, como si fueran rubíes de gran belleza atrapados entre la paja que eran las almas mortales de fondo. Los espíritus atrapados en aquel impío cofre hacía mucho que habían trascendido la limitadora carcasa de la carne mortal, con sus insignificantes anhelos y sus miedos infantiles. Tenían poder, el poder de atemorizar, el poder de matar, el poder de vencer. Al fin y al cabo, ellos ya habían visto el final de la guerra, el final de todas las guerras. Ellos sí sabían lo que había al otro lado. Y de entre todas las personas reunidas en aquel campo de batalla, solo Chantal las entendía. Ella también había visto el final de la guerra.
Hacerse con el Ulth Kanopesh era prioritario. Los caballeros buscaban impedírselo, pero ellos no comprendían su verdadera naturaleza. Habían obtenido la primera llave con la profanación de Áslacon, pero la segunda había permanecido en poder de la abadesa de Califaux. Ninguno de los dos podría abrirlo, y Chantal lamentaba una y mil veces el fallo de Carol y el haberla enviado en su primera batalla a obtener un objeto tan sensible. En cualquier caso, no era momento para lamentaciones: si los cruzados vencían, seguramente mandarían el Ulth Kanopesh a un lugar lejano, un sitio donde pensaran, en su imbecilidad, que Chantal no podría llegar. No existía tal sitio. No había lugar que ella no pudiera alcanzar.
Pero era mejor no tener que seguir buscando.
Chantal comenzó a ordenar a sus huestes: hordas de zombis tambaleantes y filas y filas de esqueletos que portaban las armas desde hacía milenios se unían a momias de tiempos ancestrales, jinetes que otrora habían sido orgullosos caballeros de órdenes sagradas y fantasmas atrapados en una existencia ficticia. La nigromante sonrió: su ejército también era hermoso, y, sobre todo, era inevitable. Tanto como la misma muerte.
Sveta y Beatrice se acercaron a su maestra. Era su primera gran batalla desde Voronezh. Habían pasado más de diez años desde entonces, pero se habían mantenido unidas durante mucho más… se conocían perfectamente, hasta los últimos recovecos de sus cuerpos y sus almas malditas.
“¿Hay algo especial que deba saber de nuestros enemigos?”
Sveta, la gobernadora en la sombra de Puerto Gris y los ojos y oídos de su señora en la región, dijo:
“La abadesa de Califaux se llama Leonor de la Justa Venganza…”
“Un título demasiado rimbombante”, rió Beatrice, quien conocía la tendencia de sus compatriotas de la nobleza a adornarse con sobrenombres que quedaban más allá de sus posibilidades.
“… ha jurado acabar contigo” terminó Sveta, refiriéndose a Chantal. “Se tiene por una gran hechicera”
Chantal sonrió, una sonrisa única en el mundo, capaz de excitar a cualquiera y, al mismo tiempo, helarle la sangre en las venas.
“Creo que hoy dejará de usar ese sobrenombre…”
LOS EJÉRCITOS
No Muertos:
- Su fuerza consta de 3.000 puntos.
- Debe tener en cuenta las posibles modificaciones a la creación habitual del ejército derivadas de los resultados de los escenarios anteriores.
Bretonia:
Su fuerza consta de 3.000 puntos.
Debe tener en cuenta las posibles modificaciones a la creación habitual del ejército derivadas de los resultados de los escenarios anteriores.
EL CAMPO DE BATALLA
El principal elemento de escenografía es el mausoleo de Lady Margot donde está encerrado el Ulth Kanopesh, con viejos escombros de otras edificaciones a su lado, un bosque en el flanco opuesta y una colina que separa el lugar del pueblo más cercano, por donde se aproximan los No Muertos.
DESPLIEGUE
Las fuerzas nigrománticas avanzan sin encontrar apenas oposición por parte de los últimos asentamientos habitados que encuentra conforme avanza hacia su objetivo. Chantal posee un gran talento innato de sus artes, y las emplea con eficacia para acosar al enemigo. Por su parte, las fuerzas de Las Ocho Villas de Plata cabalgan bajo el mando del barón León Devance en persona, curtido en muchos conflictos. Ambos ejércitos avanzan tratando de tomar ventaja en el terreno sobre el enemigo.
Para representar estos movimientos y empezando por los No Muertos, cada jugador desplegará alternativamente una de sus unidades dentro de su zona de despliegue, hasta que todas las unidades hayan sido desplegadas. Todos los personajes y máquinas de guerra deberán desplegarse al mismo tiempo cuando el jugador decida hacerlo.
QUIÉN EMPIEZA
El jugador bretoniano será el primero en empezar, representando el enorme celo justiciero y religioso que los empuja a erradicar la plaga de la muerte de sus tierras.
DURACIÓN DE LA BATALLA
La batalla tiene lugar desde el medio día hasta el anochecer, por lo que tendrá una duración de seis turnos, salvo que se cumpla la condición de victoria automática.
REGLAS ESPECIALES
El mausoleo de Lady Margot: La tumba de la antigua Profetisa guarda el impío Ulth Kanopesh bajo poderosos hechizos de protección divina aposentados sobre suelo sagrado. Incluso la propia presencia del cuerpo de la hechicera en su sarcófago parece querer seguir protegiendo el lugar de las artes malignas para que jamás se apoderen del terrible artefacto.
Cualquier hechizo del Saber de la Nigromancia o de Magia Oscura será anulado con un resultado de 4+ en 1d6 mientras el mausoleo siga en pie. Este efecto no se considera una dispersión, sino un efecto que sucede automáticamente, por lo que ninguna otra regla especial podrá afectar a esta tirada de forma alguna. Por ello además, la tirada debe ser efectuada después de cualquier intento de dispersión, si este falla (o no se realiza).
El mausoleo puede ser atacado por proyectiles (tirar para impactar con normalidad) o puede ser cargado en combate cuerpo a cuerpo (en cuyo caso será impactado automáticamente). El mausoleo se considera un elemento de Resitencia 7 y 3 Heridas. Ningún ataque con menos de Fuerza 6 podrá dañar al mausoleo (excepto los Ataques Flamígeros, que siempre podrán intentar herir, aunque su Fuerza sea inferior a 6). Una unidad que destruya el mausoleo puede reorganizarse a continuación, pero no arrasar.
Si el mausoleo es destruido, todas las miniaturas bretonianas a 6” o menos que no posean la regla “el Deber del Vasallo” ganarán la regla especial Odio (No muertos) durante el resto de la partida.
VICTORIA
Si Chantal muere o huye fuera del campo de batalla la partida termina inmediatamente y se considera una victoria para el bando bretoniano, independientemente de cualquier otro factor. La gran nigromante es la cabeza dirigente del ataque, y solo ella posee el talento y la falta de cordura necesarias para intentar manipular un artefacto como el Ulth Kanopesh, por lo que sus discípulas abandonarán cualquier iniciativa para intentar salvar a su maestra, marchándose del lugar.
Si al finalizar el último turno Chantal continúa con vida 6 se calcularán los Puntos de Victoria de la forma habitual para determinar al vencedor. En caso de empate, se considerará una victoria para los No Muertos, pues la llegada de la noche hará insostenible mantener la posición para los bretonianos y deberán retirarse del lugar para reagrupar sus fuerzas.
CONSECUENCIAS DE LA VICTORIA
La victoria en este escenario final determinará el vencedor de la campaña.
¿Lograrán los bretonianos conquistar un poco de paz temporal o se hará el Culto con el terrible artefacto y desatará una época de horror en las Regiones Devastadas?
ResponderEliminarWhy not both? xD
EliminarInteresante...
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