domingo, 21 de noviembre de 2021

La Liberación de Aaxen IV (VI)

Saludos a todos, damas y caballeros.

Ahora ya sí, llegamos al final del relato de mis Devoradores de Mundos en Aaxen IV, después de la primera parte, segunda, tercera, cuarta y quinta. Como decía en la entrada anterior (la quinta) me ha quedado un poco más largo de lo esperado, pero creo que así tiene un desarrollo más armónico. Tampoco había necesidad de acortarlo artificialmente.

Esta última parte se centra, como es natural, en el combate final entre Vlad Khorgal y el Dragón. De forma bastante lógica, Vlad Khorgal va a vencer, es un personaje que me inventé hace un año y no tengo ganas de darle un final rápido. Supongo que, a estas alturas, quienes hayáis seguido los relatos ya os habéis podido hacer una idea precisa de la naturaleza del Dragón. La última parte daba unas cuantas pistas, así que no creo que eso tampoco os sorprenda.

En todo caso, lo que sí espero es que os guste. Os dejo con el desenlace.

El berserker empujó la puerta, la cual cedió sin problemas pese a su tamaño y peso. Al atravesarla, incluso el cuerpo perfecto del marine se revolvió, y tuvo que luchar con fuerza para reprimir las arcadas. El aire estaba saturado de un espantoso olor a putrefacción, sangre y otros fluidos corporales, y ni siquiera el empalagoso aroma a flores exóticas que flotaba en el ambiente intentando superponerse conseguía disminuir el hedor. La sala, el corazón de la ciudadela, era inmensa, con el techo perdiéndose a varios metros de altura y las paredes decoradas con el permanente estandarte del dragón, pero estaba casi vacía. Era la sede del poder del planeta, y su elemento más destacado era el trono central, una exquisita obra de oro y marfil rodeada de seda, incensarios donde se quemaban extrañas sustancias y, a sus pies, lujosos cojines donde varios esclavos, hombres y mujeres, descansaban semidesnudos. Un poco más allá, escondidas en jaulas, se veían las siluetas de bestias que no deberían existir.

Y, sentado en el trono, se encontraba el Dragón.

“Ah, qué alegría… por fin puedo conocer al hombre que ha vuelto mi planeta contra mí. Te doy la bienvenida a mi humilde morada, hijo de Angron”

El Dragón se levantó. Era un marine espacial, pero su corrupción era monstruosa, y de nuevo Vlad Khorgal sintió ganas de vomitar. Su rostro habría sido antes hermoso, pero ya era pálido como el pergamino, con la piel estirada de forma agónica, y los ojos convertidos en dos pozos negros. Carecía de labios, y su boca, constantemente contorsionada en una mueca horripilante, dejaba ver unos colmillos amarillentos y afilados. Su armadura, exquisitamente labrada, estaba repleta de runas del Príncipe Negro, y cubierta en muchas partes por pieles, algunas de las cuales pertenecían a animales exóticos, pero otras, muchas otras, eran humanas. Vlad Khorgal intuyó que pertenecían a las niñas que durante generaciones habían sido llevadas en presencia de aquel asesino sádico. Lo que vio colgando de las paredes de la sala reforzó su impresión.

“Hijo del Emperador…” dijo Vlad Khorgal mientras aferraba con fuerza sus hachas.

“De hecho, pertenezco a la Hueste Intachable” siseó el Dragón mientras descendía los peldaños que elevaban su trono del suelo. Su voz era melódica, seductora, pero un leve matiz en los bordes de la consciencia revelaba un tono cacareador. “En todo caso, efectivamente sirvo al Príncipe Negro”

Vlad Khorgal deseaba abalanzarse sobre él y descuartizarle, pues no podría haber paz entre sus dioses, y no la habría entre ellos. No obstante, una parte de su entrenamiento militar le hizo avanzar con cautela, intentando identificar otras amenazas que pudiera haber. Le parecía extraño encontrarse con un único marine. Entonces, como si el adorador de Slaanesh hubiera leído su mente (y quizá lo había hecho, pensó Vlad Khorgal) dijo:

“Estoy yo solo en este planeta, Devorador de Mundos. Los leales interceptaron nuestra nave y la destruyeron, y solo yo conseguí escapar, cayendo aquí y sin posibilidad de salir. Es un sitio atrasado y maloliente, así que tuve que trabajar muy duro para convertirlo en algo digno de Slaanesh… pero diría que lo he conseguido, ¿no crees?”

“Por eso secuestrabas a las niñas…”

“Necesitaba alguna diversión. Los habitantes de este estercolero deberían estar agradecidos de que sus hijas hayan podido servirme”

Finalmente, el Dragón desenvainó su espada, un sable de energía curvo decorado con runas blasfemas y en cuya empuñadura brillaban gemas que latían como si fueran corazones impuros.

“Pero lo cierto es que llevo décadas sin un buen combate”, dijo por fin.

Sin necesidad de decir nada más, Vlad Khorgal se lanzó a por el Dragón.

En ese momento, los esclavos semidesnudos que se encontraban a los pies del trono revelaron su auténtica naturaleza, transformando sus formas hasta convertirlas en la de demonios del Señor del Placer. A su vez, las bestias fueron liberadas de sus jaulas, una masa de engendros balbuceantes que avanzaron hacia los berserkers moviendo sus tentáculos y apéndices de forma espasmódica. Todo aquel movimiento fue recibido con entusiasmo homicida por parte de los seguidores del Sabueso, pues ellos mismos también llevaban mucho tiempo esperando una buena pelea.

Pese a todo, lo cierto es que los berserkers estaban en cierta desventaja, al menos numérica, pues había dieciocho diablillas y ocho seguidores de Khorne. Dos de ellos persiguieron sus propios combates, pues Vlad Khorgal estaba en duelo con el Dragón y Crassus decidió dirigir su pesado mayal contra los engendros. Cada golpe que daba el demente gigante rubio arrancaba kilos de carne tumefacta y fuentes de sangre podrida, pero los engendros no sentían el dolor y seguirían combatiendo hasta que fueran reducidos a pulpa… algo a lo que, en todo caso, Crassus se había entregado con salvaje alegría. Los berserker restantes cerraron filas para evitar ser rodeados y se enfrentaron a los demonios con sus hachas sierra rugiendo y haciendo manar ríos de icor demoníaco. Las diablillas consiguieron matar a Varghern, un Devorador de Mundos, haciendo que se desangrara por incontables cortes, pero los berserker restantes poco a poco acabaron imponiéndose.

En cuanto al combate entre Vlad Khorgal y el Dragón, el primero era más fuerte, tanto por su propia constitución como por los regalos de su dios y el hecho de haberse mantenido en permanente combate, en lugar de entregado al placer. Sin embargo, el segundo era más rápido, más ágil, y su dominio de la espada era claramente superior. Además, Vlad Khorgal estaba cada vez más enfurecido, lo que le hacía más peligroso pero también más impreciso. Había algo en el Dragón que hacía que la sangre del Devorador de Mundos ardiera en sus venas como bronce derretido. ¿Se debía a la forma en que estaba tomándose el combate como si fuera un entretenimiento más? ¿O quizá a lo que había hecho con las niñas de Aaxen IV? ¿A ambas cosas?

Vlad Khorgal se sorprendió haciéndose estas preguntas mientras intentaba alcanzar a su rival con sus hachas, pero pronto encontró la respuesta. Odiaba al Dragón porque odiaba su impureza. Vlad Khorgal y sus seguidores eran asesinos psicópatas, pero, para ellos, había pureza en su causa. Angron había sido un libertador. Él, Vlad Khorgal, lo era también. Creía en la pureza de la libertad, regada con sangre y violencia, pero esa violencia era parte de la pureza. Era, de hecho, necesaria para mantener incólume su causa, pues la libertad siempre debe ser conquistada con sangre. Por eso se habían rebelado contra el Emperador, por eso habían muerto desangrados a los pies de las imposibles murallas del palacio de Terra. Todos los demás habían luchado para cambiar un tirano por otro. Sólo ellos habían luchado por romper cualquier cadena.

El Dragón era un tirano. El Dragón era impuro. El Dragón debía morir.

Lleno de ira, Vlad Khorgal se lanzó sobre el Dragón. El movimiento fue tan brusco, tan suicida, que el marine de Slaanesh fue cogido por sorpresa. Consiguió atravesar el vientre de Vlad Khorgal con su sable, pero eso no detuvo al Devorador de Mundos, quien usó su mayor fuerza y peso para hacer caer al Dragón. Cuando tuvo a su oponente en el suelo, sin molestarse siquiera en sacar el sable de sus intestinos, comenzó a golpear con sus manos desnudas el aberrante rostro del marine de la Hueste Intachable, el cual se fue deformando cada vez más a medida que los poderosos golpes de Vlad Khorgal caían sobre él.

“Gracias, hermano”, fueron las últimas palabras del Dragón.

Cuando finalmente murió, o quedó inconsciente, Vlad Khorgal recogió su hacha sierra y, con un rugido de triunfo, decapitó al tirano.

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Los marines supervivientes abandonaron la ciudadela, dirigiéndose a las murallas, donde la resistencia de los soldados del Dragón había terminado por quebrarse. Al conocer su muerte, los pocos que quedaban con vida habían intentado escapar, pero eran perseguidos por las calles por los cultistas de Khorne, quienes les daban caza y los decapitaban. La victoria era ya absoluta, y solo quedaba por saber quién cosecharía más cráneos.

Los berserkers no se detuvieron a participar en la persecución. Ya habían consumado su matanza, y estaban satisfechos. Aunque estaban todos heridos, solo Varghern había caído, y el Hermano Nestorael portaba ceremoniosamente su cráneo. Cuando el último enemigo hubiera muerto y se alzaran las montañas de cráneos, la cabeza de Varghern coronaría el montículo, de forma que obtuviera un lugar destacado en el Trono de los Cráneos.

Al llegar a la puerta, Vlad Khorgal vio un punto en el que se amontonaban los cadáveres de varios soldados del Dragón. Era imposible saber cuántos habían caído, pues los miembros mutilados y las cabezas cortadas se entremezclaban en un grotesco tapiz, pero no debían ser menos de dos docenas. Encima de ellos, sangrando por miles de heridas y apenas respirando, se encontraba Aelfric Haggard.

Vlad Khorgal se acercó y le preguntó:

“¿Han muerto estos hombres por tu mano?”

Aelfric Haggard asintió con la cabeza, sin fuerza para decir palabra alguna.

“Eres un hombre valiente, Aelfric Haggard”

Vlad Khorgal lo alzó y lo llevó en brazos, como si fuera su hijo.

“Vendrás con nosotros, y verás arder la galaxia”



3 comentarios:

  1. Me ha encantado el relato. Me gusta la vuelta que le has dado a los berserker más allá de la máquina de matar.
    Desde que salió la lista de los pérdidos y los condenados en el códex ojo del terror me encanta la idea de unos pocos marines comandando a un montón de humanos que sirven a los poderes ruinosos. Y acertaste ubicándolo en un mundo feudal. Es una de las virtudes de 40.000, tantos mundos y tantas historias... y aquí te pregunto: ¿Has ojeado “Dark Heresy” , el juego de rol de W40K? Desgrana mucho los pormenores del milenio siniestrado pero desde el punto de vista de un humano corriente. Esa visión como individuo y cómo describen muchos mundos (y a los nacidos en el vacío) da mucho juego al trasfondo.
    Como juego en sí es “café para cafeteros” y su primera edición es la mejor (pero no por sus enemigos).
    Un saludo

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  2. "Desde que salió la lista de los pérdidos y los condenados en el códex ojo del terror me encanta la idea de unos pocos marines comandando a un montón de humanos que sirven a los poderes ruinosos". Ya has visto con la entrada de hoy que, efectivamente, debemos ser hermanos de distintos padres, o vidas paralelas o similar!!

    ¡Muchas gracias! El tratamiento de los berserkers es complicado, a nivel puramente de juego te vale que sean simples máquinas de matar, pero si quieres desarrollar el tema narrativamente (y GW ha querido) tienen que ser algo más. Me gustó mucho la novela Kharn: Ester of Worlds en ese sentido, con los Devoradores de Mundos inmediatamente tras la Herejía, debatiéndose entre convertirse en asesinos puros y duros o mantener un mínimo de organización militar. Muy recomendable.

    Dark Heresy no lo conozco, pero sé que en el confinamiento Clavy montó sesiones con algunos colegas, le pediré que me lo enseñe!!

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  3. Me ha encantado que el villano, el enemigo final, sea un marine espacial de Slaanesh. Puede no gustarte mucho esa deidad a la hora de hacerte un ejército dedicado a ella, o lo que sea, pero hay que reconocer que, como villano miserable y cabrón pero a la vez muy carismático, quedan maravillosamente. Un detalle que no sea un Hijo del Emperador como tal, está genial que se muestre esa diversidad en la galaxia, y que no siempre sean los de primera fundación los que aparezcan. Si lo piensas, en tu relato lo que hay enfrentándose son dos facciones rivales de Perdidos y Condenados, y eso es lo que más me ha gustado. ¡Enhorabuena, maldita sea!

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