lunes, 9 de diciembre de 2019

El rescate del Marqués de Seda


INFORME SOBRE LA CAPTURA Y POSTERIOR RESCATE DEL MARQUÉS DE SEDA
A MANOS DE NEMO, HECHICERO DE LA LEGIÓN ALFA

  
I.- ANTECEDENTES

Los eventos que desembocaron en la captura del Marqués de Seda por parte de la Legión Alfa, y su posterior rescate, se remontan mucho atrás en el tiempo, y no pueden ser comprendidos sin hacer referencia a sucesos que, aunque fuera de forma indirecta, acabaron provocando el conflicto.

Todo comenzó con el destierro de V´aargonash el Cornudo, un terrible y poderoso Guardián de los Secretos. Los Videntes de Biel-Tan habían descubierto que un regimiento acorazado de la Guardia Imperial, liderados por el inquebrantable Comisario Dredd, se estaba acercando peligrosamente al planeta en que yacía sepultada esta entidad. Enviaron al autarca errante Llachmoth y a su esposa Habawi para que les detuvieran, pero los humanos hicieron oídos sordos a las advertencias de los Eldar y acabaron liberando a V´aargonash y a toda su corte de demonios del Príncipe Oscuro. Para empeorar las cosas, la onda psíquica resultante atrajo a una partida de guerra de los Hijos del Emperador liderada por Evenus el Corruptor. Llachmoth invocó al avatar de Khaine y se dispuso a vender cara su vida frente a un enemigo que le superaba ampliamente en número, pero la aparición de una hueste de arlequines y de comorritas, liderados por el Marqués de Seda, equilibró la balanza.

V´aargonash fue desterrado de nuevo a la disformidad y, tras ello, los Eldar abandonaron el planeta tan rápido como habían llegado. Por alguna razón, ni los seguidores de Slaanesh ni el regimiento imperial habían abierto fuego entre sí, pero, en ese momento, nadie se preocupó por ello. El demonio había sido derrotado, y todo pareció quedar olvidado.

No fue hasta unos meses más tarde que Llachmoth fue requerido para una misión distinta, esta vez por parte del Consejo de Videntes de Ulthwé. Tobruk, un mundo agrícola imperial, se había rebelado como consecuencia del aumento desmesurado de los impuestos con los que se pretendía sostener el esfuerzo bélico en Cadia. Los Videntes habían visto que, si la rebelión triunfaba, el planeta sería de nuevo readmitido en el Imperio en apenas dos generaciones, pero, si fracasaba, ascendería tras varios siglos un Gobernador tan corrupto que acabaría siendo poseído por V´aargonash, quien de esta forma volvería al mundo material. La tarea de Llachmoth y su esposa era por tanto impedir que los alzados fueran aplastados.

Pero no pudieron. Las fuerzas imperiales estaban de nuevo representadas por el regimiento acorazado del Comisario Dredd, quien infligió una humillante y absoluta derrota a los Eldar. Llachmoth tuvo que retirarse a Ulthwé, pero lo hizo convencido de que la vinculación entre Dredd y V´aargonash no podía ser casual. El Consejo de Videntes argumentaba que Dredd era un firme adversario del Caos, y que no podía estar intercediendo a favor del demonio, pero Llachmoth decía que, si no él, alguien con mayor influencia estaba asignando a su poderoso ejército a misiones que favorecerían el retorno del Guardián de los Secretos. Al final, el autarca recibió permiso de los Videntes para embarcarse de nuevo en una batalla contra Dredd, en la que el Comisario no debía morir, pero su ejército debía quedar aniquilado de forma que éste tuviera que ser reasignado, con suerte lejos de la influencia del conspirador.

Llachmoth volvió a presentar batalla y, aunque esta vez el combate fue mucho más equilibrado y consiguió castigar duramente al ejército de Dredd, fue de nuevo derrotado, lo que le valió la hostilidad por parte del Consejo de Videntes de Ulthwé. Dredd fue destinado a un planeta cercano a recomponer su ejército y, por azar o destino, sufrió en su retirada una brutal carnicería provocada por las tropas del Marqués de Seda. Dredd no murió gracias a que no estaba presente con su ejército en el momento en que los Eldar Oscuros cayeron sobre él, pero el resto de los integrantes de su regimiento fueron apresados o asesinados de las formas más siniestras posibles, y, de esta forma, Dredd fue reasignado, con lo que el conspirador perdió una valiosa herramienta.

Esta noticia tranquilizó a Llachmoth, quien dejó de preocuparse por las manipulaciones a favor de V´aargonash. Si bien sabía que el conspirador no se había revelado, necesitaría mucho tiempo hasta poder disponer de influencia sobre otro regimiento tan poderoso como el de Dredd, por lo que se dedicó a otros menesteres.

Llachmoth se enfrentó en una serie de batallas a Mankor el Desollador, Paladín de la Legión Negra y adorador fanático de Nurgle. En Ethelmor consiguió herirle y en Ferrograd derrotarle, lo que le devolvió la amistad de Ulthwé, pero después este retorcido ser se vengó de forma horrible del autarca, quien, destrozado, partió hacia el autoimpuesto exilio.

Tras su retorno, Llachmoth volvió a interesarse por el conspirador que buscaba favorecer el retorno de V´aargonash, pues sabía que seguía operativo y había oído rumores inquietantes al respecto. Gracias a que Ulthwé había vuelto a congraciarse con él, disponía de un Vidente entre sus tropas: Aliandros, el Hacedor de Sueños. Los poderes del Vidente consiguieron localizar una buena pista sobre el conspirador, un científico humano que se encontraba en una estación de investigación en el mundo helado de Lökarn. Llachmoth y su esposa movilizaron a su hueste y partieron con la intención de capturar a este humano.

La sorpresa del autarca fue mayúscula cuando vio que el planeta estaba siendo asaltado y saqueado por el Marqués de Seda. Su cábala de la Séptima Conciencia se estaba ocupando de las ciudades más pobladas, y había obviado la estación científica, donde de todos modos no podía encontrar un gran botín. Ambos líderes llegaron a un acuerdo por el que Llachmoth no interferiría en la piratería del Marqués, y éste respetaría la estación. No obstante, por segunda vez se sintió asombrado Llachmoth cuando, al llegar a su objetivo, vio que el hemónculo Oterarad se encontraba buscando a su misma presa, guiado por rumores muy inconvenientes sobre la misma persona a la que buscaban. El autarca exigió al Marqués que hiciera cumplir el trato, pero éste no quería desagradar al Cónclave de la Llave, y se negó a entregarle los prisioneros que Oterarad había hecho en la estación. Ambos ejércitos se enfrentaron y Llachmoth consiguió derrotar a su adversario, rescatando con ello al científico de las garras de Oterarad. Habawi y Arkanthas lo interrogaron durante mucho tiempo pero, sin la guía de Aliandros, quien había sido gravemente herido por Oterarad, no pudieron extraer mucha información antes de que un dispositivo de destrucción implantado en su córtex le provocara un infarto cerebral y lo matara. En todo caso, lo que sí parecía seguro era que el conspirador era mucho más poderoso de lo que se habían imaginado.


II.- LA CAPTURA

El enigma comenzó a resolverse gracias a la intervención de una tercera persona: Shazia Mushaira, la Voluntad Indómita, Vidente de Saim-Hann. Shazia, gracias a su relación con el Marqués y con Aliandros el Hacedor de Sueños, conocía los problemas a los que ambas huestes se estaban enfrentando, y estaba también sobre alerta respecto a la posibilidad de que agentes con grandes influencias en el Imperio estuvieran intentando traer de vuelta a V´aargonash. Es por ello que, cuando el Marqués de Seda decidió dirigir sus tropas al planeta selvático de Borneia, Shazia decidiera seguirle.

Una vez en Borneia, Shazia captó una potente señal psíquica procedente de la capital, señal que, bien lo sabía, era emitida por una adoración intensa a Slaanesh. Sorprendida, pues tanto ella como el Marqués pensaban que iban a enfrentarse a soldados imperiales, Shazia puso rumbo a la capital del planeta seguida de su ejército. Lo que se encontró allí confirmó sus peores temores: el mundo había caído presa de la adoración al Príncipe Negro, y lo que antes era una ciudad imperial normal se había convertido en un nido de degeneración y violencia, donde los militares habían sucumbido también a la traición y se mezclaban con mutantes, psíquicos desatados y adoradores enloquecidos entregados a la lascivia y la tortura. El ejército de Shazia los masacró a todos sin contemplaciones y arrasó la capital, destruyendo todas las estatuas y edificios blasfemos, pero ahí no terminaron sus descubrimientos.

Junto a la horda de adoradores y cultistas, Shazia encontró miembros de una Legión traidora cuya presencia significaba algo mucho más siniestro que un mero culto demencial: la Legión Alfa. Se hizo evidente que eran ellos quienes habían creado tal culto y también quienes habían atraído al Marqués a Borneia. Shazia intentó advertirle, pero la disformidad era fuerte en el planeta y estaba cargado de la presencia de Slaanesh, por lo que abrir su mente para transmitir el mensaje habría supuesto algo mucho peor que su muerte. Partió entonces de la capital y, atravesando selvas y ríos, llegó hasta donde se encontraba el ejército del Marqués.

Allí se encontró con que, una vez más, sus temores se materializaban: los comorritas habían sido atraídos a una emboscada ejecutada por la Legión Alfa. Con todo, cuando ella llegó, sus aliados parecían estar librándose de la trampa puesta en torno a ellos, y se enfrentaban a los marines renegados con absoluta ferocidad. Tanto es así, que consiguieron sobreponerse a la sorpresa y derrotarles, y no pasó mucho tiempo hasta que los legionarios Alfa fueron asesinados, puestos en fuga o capturados. Incluso el comandante de la hueste enemiga, un siniestro hechicero conocido como “El Oscuro”, fue apresado por los comorritas. Pero, cuando después de la batalla se intentó encontrar al Marqués, todos se dieron cuenta de que no estaba: se lo habían llevado.

En el fragor del combate, el Marqués había quedado aislado junto con su escolta. De la espesura había aparecido una escuadra de legionarios Alfa, que tenía órdenes de permanecer oculta hasta que no se manifestara su presa. Habían desembarcado de su corrupto rhino, masacrado a la corte del Marqués, malherido a éste y, sin que nadie los viera, habían vuelto a desaparecer entre la jungla, llevándose a su presa.

Shazia se sintió desfallecer, y más cuando, interrogando al Oscuro, descubrió dos terribles revelaciones: los legionarios Alfa a los que se había enfrentado no eran tropas normales, sino Hijos de las Mil Lágrimas, comandados por el terrible psíquico Nemo, el Nigromante; y el Marqués debía estar siendo trasladado al Refugio de la Hidra, la principal guarida de Nemo, que se ocultaba en un planeta cercano. Shazia no pudo extraer nada más del Oscuro porque ni siquiera él mismo conocía la existencia de la escuadra que había capturado al Marqués, ni sabía que hubiera órdenes específicas de apresarlo. Frustrada, la Vidente entregó el hechicero a Oterarad, algo que, como después comprobaría, nunca debió haber hecho.


III.- EL RESCATE

Para Shazia, se hacía evidente que el conspirador al que Llachmoth había intentado desenmascarar era Nemo. El Nigromante poseía muchísimos espías e informadores infiltrados en muchas administraciones claves del Imperio, y perfectamente podía manipular información de forma que le resultara conveniente para sus propósitos. Además, el Marqués había sido mucho más activo que Llachmoth a la hora de entorpecerle las cosas, por lo que era lógico que quisiera quitárselo de en medio. Pero lo que más preocupaba a Shazia era que la caída del arconte podía provocar un vacío de poder en Commorragh que alterara el equilibro entre las cábalas de una forma poco conveniente para la seguridad de la Telaraña. Era imperativo rescatar al Marqués y devolverlo a la Ciudad Siniestra, y hacerlo cuando antes, pues cuanto más se perdiera más se debilitaría su posición entre las cábalas y más probabilidades habría de que algún indeseable obtuviera más poder del que debía.

Shazia convenció a Oterarad de que se mantuviera en Borneia y pidiera refuerzos al Cónclave de la Llave, algo que no le resultó muy difícil dado que el hemónculo mostraba un inquietante interés por enfrentarse al Caos. Sin tiempo para preocuparse de lo que el retorcido ser estuviera tramando, partió a Biel-Tan para entrevistarse con Llachmoth, al que también consiguió convencer, si bien en este caso le resultara más difícil dadas las reticencias del autarca a ayudar a quien consideraba más su enemigo que su aliado. Por último, el Templo de los Íncubos envió también a Ythil Asuld, uno de sus más poderosos jerarcas, armado con el Filo de la Oscuridad Primera. De esta forma, el ejército que se juntó en Borneia llegó a ser inmenso, compuesto como estaba por las grotescas creaciones del Cónclave de la Llave y sus terroríficos hemónculos, por las gladiadoras del Culto de las Serpientes Enfrentadas, por los guerreros de la Cábala de la Séptima Conciencia que no se encontraban guardando las posesiones del Marqués en Commorragh, por Ythil Asuld y sus íncubos, y las tropas de Saim-Hann y de Biel-Tan acaudilladas por Shazia y Llachmoth. Una vez todos se hubieran reunido, partieron hacia el Refugio de la Hidra con intención de liberar a Nemo.

El aterrizaje de la gigantesca hueste en el planeta del Nigromante fue extrañamente fácil. Conociendo al hechicero, era evidente que quería tenderles una trampa, y por eso los cuatro generales (Oterarad, Shazia, Ythil Asuld y Llachmoth) propusieron atacar desde varios frentes, para anular posibles trampas que les hubieran tendido. Oterarad y su Cónclave irían a provocar una salida de las tropas acuarteladas en el Refugio de la Hidra, mientras que Shazia se encargaría de sabotear los sistemas de comunicaciones de la Legión. Sobre Llachmoth e Ythil Asuld recayó la misión más compleja, que consistía en infiltrarse en la fortaleza de Nemo a través de una entrada secundaria fuertemente defendida y, una vez dentro, abrir un portal que permitiera que el resto del ejército entrara en la Sala de los Mil Pilares, donde estaba retenido el Marqués.

Los primeros en actuar fueron los hemónculos del Cónclave de la Llave. Acercándose a la entrada principal de la gigantesca fortaleza, intentaron provocar a sus ocupantes para que la abandonaran. Efectivamente, así sucedió, aunque la horda que abandonó las puertas cubiertas de plata y bronce no fueron marines espaciales, sino miríadas de mutantes, guardias imperiales mercenarios, engendros y tribus primitivas del planeta, que consideraban a Nemo y su cábala de hechiceros como dioses. Tal escoria fue rápidamente masacrada por el Cónclave, pero lo que no habían previsto es que su sacrificio sirvió a Nemo para invocar criaturas de la disformidad. No obstante, también Nemo fracasó en esto, pues las tropas del Cónclave estaban muy reforzadas por el dolor causado a los adoradores humanos y fueron también capaces de resistir a los demonios. A Oterarad, en concreto, la aparición de los habitantes de la disformidad y su posterior matanza le resultó enormemente oportuna, por razones que pronto todos comprenderían.

Por su parte, tanto Shazia como Llachmoth e Ythil Asuld cumplieron su parte, si bien los segundos tuvieron que enfrentarse a una resistencia mucho mayor. El autarca exodita y el jerarca comorrita consiguieron penetrar en la Sala de los Mil Pilares y, una vez dentro, abrir el portal para que entraran el resto de los refuerzos. Desde luego, los iban a necesitar.

Hacía mucho tiempo que el Nigromante no juntaba un ejército tan potente, desde los eventos de Abrahel IV y su lucha titánica contra los necrones. Junto al mismísimo Nemo en persona se encontraba su escolta de rapaxes, liderados por Jánser, la Luz que se Apaga, al que el Maestro de los Deseos había resucitado tras su muerte en Abrahel. Sadal Sund, el Señor de la Llama y el único superviviente de la cábala de Nemo tras la captura del Oscuro, comandaba a sus Adoradores del Fuego. Lúvan Kórrigan acechaba más allá de las miradas indiscretas, y Gorgon, el Paladín mutante de los motoristas, profería amenazadores rugidos al tiempo que calentaba el motor de su moto infernal. El propio Marqués estaba bien protegido por siete exterminadores, cubiertos a su vez por varias escuadras de devastadores con armamento pesado. No iba a ser nada fácil rescatar al comorrita.

Con todo, y sin pensárselo dos veces, el ejército Eldar comenzó a avanzar. Su asalto fue fulgurante y, a pesar del fuego enemigo, pronto habían conseguido destruir a los motoristas de Gorgon. Las enloquecidas gladiadoras del culto de las Serpientes Enfrentadas arrasaron la primera línea de defensa del flanco derecho del Caos, y los motoristas de Gorgon fueron destruidos. Nemo no se inmutó: ordenó concentrar su artillería en el flanco izquierdo, logrando con ello que las kymeras y los íncubos se replegaran, al tiempo que mostraba una de sus sorpresas: Lúvan Kórrigan provocó una explosión que voló por los aires a la mayoría de brujas del culto de las Serpientes Enfrentadas. Además, Sadal Sund consiguió herir gravemente a Llachmoth, y varias unidades de renegados y mutantes aparecían para ayudar a sus señores. Para completar su contraataque, una terrible hidra, que Nemo había conseguido amaestrar, hacía su aparición, aullando con sed de sangre por sus siete cabezas.

Fue en ese momento cuando entró Oterarad, liberando el poder de un horripilante artefacto que había conseguido construir gracias a los conocimientos extraídos del Oscuro: la bomba H. Consistía en un dispositivo que usaba la energía disforme, que es esencialmente el reflejo de los sentimientos de las razas, para amplificar el sufrimiento hasta límites extremos, lo que conseguía dejar fuera de combate a sus adversarios y revigorizar a los comorritas. Muchos fueron los que cayeron cuando Oterarad empleó el poder de tan despreciable artefacto, tanto adoradores del Caos como Eldar de los Mundos Astronave, pero los comorritas se llenaron del sufrimiento ajeno y atacaron con renovado esfuerzo.

La Legión Alfa fue capaz no obstante de mantener la posición frente a la violencia del asalto rival. Su flanco izquierdo, controlado por la misma escuadra que había capturado al Marqués, era una línea de fuego infranqueable, y en el centro los devastadores no dejaban de escupir castigo sobre sus enemigos. Sadal Sund volvió a herir a Oterarad, quien sólo se libró porque una ralea de atormentados se abalanzó contra el Señor de la Llama para proteger a su señor, y la hidra trabó combate con los grotescos, partiendo por la mitad de un poderoso mordisco al hemónculo que los dirigía, Hierethamón.

De todo el ejército inicial de Llachmoth y Ythil Asuld, apenas unas pocas escuadras seguían con vida, y el Cónclave de la Llave estaba también desmembrándose a pasos agigantados. Pero la Legión Alfa había sufrido también mucho castigo, y su frente, que resistía heroicamente, se vino definitivamente abajo cuando Shazia y sus jinetes del viento entraron en combate. Una vez más atacaron los Eldar: Sharabel el Tenebroso, el Paladín que había capturado al Marqués, consiguió matar al último hemónculo y a muchas de sus degeneradas creaciones, pero acabó cayendo ante ellas. Los rapaxes de la escuadra del Nigromante fueron acribillados, así como la mayoría de los aniquiladores. Nemo, viendo que la situación se tornaba casi desesperada, entró en combate intentando destruir a los motoristas que avanzaban directos hacia el Marqués, pero fue interceptado por Ythil Asuld, quien le hirió gravemente con el Filo de la Oscuridad Primera. Gracias a su terrible fuerza de voluntad, el Maestro de los Deseos pudo seguir en pie y, al ver que la espada de Ythil Asuld era un arma vampírica, manipuló al alma encerrada en ella para que destruyera a Ythil Asuld. El jerarca no tuvo suficiente fuerza de voluntad y su cabeza fue cortada limpiamente por su propia espada. Después, Nemo extrajo fuerzas de la disformidad, y descuartizó violentamente a los íncubos que acompañaban al jerarca. Entonces el dolor provocado por el Filo de la Primera Oscuridad volvió a él, y ya incapaz de resistirlo, se desplomó en el suelo.

Esto marcó el final de la resistencia de la Legión Alfa. Aunque todavía seguían entrando legionarios, no eran capaces de enfrentarse a la potencia de fuego de los Eldar. Shazia y su escuadra se hicieron con el Marqués después de que todo el ejército barriera a los exterminadores que le custodiaban y, evitando los disparos de sus enemigos, abandonaron la Sala de los Mil Pilares por el portal, que se cerró tras ellos.


IV.- CONSECUENCIAS

El Marqués volvía a estar en libertad, aunque el precio pagado por ello fue inmenso. Ythil Asuld había muerto, así como todos sus íncubos, lo que podía suponer un revés a la alianza forjada entre el arconte y los disciplinados psicópatas. También habían caído todas las hekatrices del culto de la Serpiente Enfrentada, así como los hemónculos del Cónclave de la Llave, que eran quienes más castigo habían sufrido. Sólo Oterarad se había librado, pero, tras comprobar que había investigado la tecnología disforme más allá de lo aconsejable, Shazia y en especial Llachmoth estaban listos para pedir su cabeza.

Con su recién recuperada independencia, el Marqués agradeció (casi) sinceramente a Shazia y a Llachmoth sus desvelos y, recuperando lo que quedaba de sus ejércitos, marchó hacia el planeta de Artios, en el sector Medusae, desde donde esperaba volver a Commorragh mediante un portal a la Telaraña que allí yacía oculto.

Nemo, por su parte, no se había quedado cruzado de brazos. Inmediatamente envió a Lúvan Kórrigan y a algunos de sus más destacados agentes a que siguieran la flota del Marqués, con órdenes de no abrir fuego salvo que fuera necesario, y de pasar totalmente desapercibidos. Sólo un hombre de la habilidad de Lúvan habría conseguido ser invisible ante los sofisticados radares de los Eldar, pero lo consiguió, y transmitió a Nemo la información de a dónde se dirigía el Marqués.

Nemo se limitó a abrir un canal de comunicación que durante muchos años había estado cerrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario