El hombre farfulló algo
ininteligible con aire huraño, mirando con hosco recelo a todos cuantos tenía
alrededor, desde detrás de su espesa barba. Su armadura pesada y sus espuelas
tintineaban con cada paso, y el barullo del gentío pronto se extinguió ante la
imponente presencia de aquel desconocido alto y fornido que acababa de entrar
en la taberna como si fuese su propia casa, con el yelmo bajo el brazo y
luciendo los colores de Averland en su embarrado uniforme. Carraspeó y siguió
farfullando:
-“Soy el sargento guarda de
caminos Brúmbrumbrum” -Hölderlin sabía que había oído mal, eso ni
siquiera era un nombre, pero aquel patán no vocalizaba en absoluto- “...pagaré
por información acerca del paradero de este hombre. Va armado y es peligroso...”
-el hombre masculla algo más, que no se llega a entender- “...se hace llamar
Dismas, y es un asesino y un ladrón de caballos. Entre otros delitos. Quien le
esconda o le ayude en modo alguno, será ejecutado igual que él.”
Aunque no lo llevaba en la mano, un martillo de caballería de mango largo colgaba a un costado de su cinto, como una advertencia muda. Mientras se paseaba lentamente por entre las mesas, sostenía en alto un amarillento papel, un cartel de recompensa con un dibujo del forajido que buscaba. Se lo iba mostrando a cada hombre y mujer y, en ocasiones, les miraba a los ojos y se detenía durante un instante, como desafiándoles a que le mintieran. La gente apartaba la mirada temerosa, y el hombre proseguía ceñudo su recorrido, con su pesado andar.
A Hölderlin le fascinaban los
hombres como aquel. Entraban en una taberna llena de gente, aparentemente sin
refuerzos ni acompañantes de ninguna clase, y se dedicaban a desafiar con
prepotencia a todos los presentes mientras buscaban a un asesino peligroso. Un
asesino peligroso que muy bien podría estar realmente en la taberna, y quizá
con refuerzos y acompañantes de diversas clases. En este caso, al parecer, ese
bastardo iba a tener suerte, ya que Dismas hacía rato que se había marchado. No
mucho rato, eso sí, y el tabernero sin duda había reparado en el parecido que
compartían el hombre dibujado en el papel y el hombre que, media hora antes,
había estado bebiendo una cerveza compartiendo mesa con Hölderlin, Von Hagen,
Funderlin y algunos otros que estaban allí sentados. El tabernero, al parecer
un hombre listo y con cierto control de sus emociones, dirigió una furtiva
mirada a donde estaba Hölderlin -quien le sonreía cordialmente mientras alzaba
su jarra, de forma inofensiva- y después negó respetuosamente haber visto a
aquel hombre. El guarda de caminos prosiguió su recorrido y llegó por fin hasta
la mesa. Hölderlin no pudo resistirse.
-“Disculpadme, ¿cómo habéis
dicho que os llamábais, señor? Temo que no os he entendido cuando os habéis
presentado, al entrar.”
El hombre pareció algo
extrañado ante aquella sorprendente cordialidad… si es que era cordialidad y no
una provocación. Era difícil decirlo con la sonrisilla burlona de aquel hombre
que estaba sentado a la mesa.
-“Brúmbrumbrum” -medio
tosió, recuperando su ceñuda expresión. Sin duda debía de tener algún problema
de dicción, pensó Hölderlin… o eso o provenía de una familia con ascendientes
realmente exóticos, dado su apellido- “...béis visto a este hombre? Está
buscado por la ley -gruñido procedente de la tupida barba- “...y se pagará a
quienes colaboren en su captura.”
El hombre sentado a la mesa le
miró desafiante a los ojos. Era un hombre apuesto, aunque con aspecto curtido,
y una cicatriz en su mejilla, fruto probablemente de un navajazo, dejaba ver
que no solamente se dedicaba a beber cerveza en sus ratos libres. A diferencia
de Brúmbrumbrum, quien era corpulento y musculoso, el otro era alto y
delgado, con el tipo de constitución fibrosa que hace que los músculos no
destaquen en exceso… pero se vea que están ahí igualmente, y pueden entrar en
acción como un virote de ballesta en cualquier momento. Vestía un jubón de
cuero tachonado sin mangas, tenía el cabello rubio y alborotado y pendientes en
ambas orejas. Un bigotillo y una perilla recortada enmarcaban aquella medio
sonrisa desconcertante. Transcurrieron algunos segundos tensos.
-“Si dijera que sí, mentiría, señor.” -miró por fin el cartel, con su cara
transmitiendo verdadera curiosidad- “No lo he visto en mi vida.” -concluyó.
El guarda le sostuvo la mirada
varios segundos más, con su imperturbable expresión. La taberna se había sumido
en un silencio expectante, como si en cualquier momento pudiese estallar una
tormenta. Von Hagen seguía bebiendo su cerveza con despreocupación a la
izquierda de Hölderlin. No había por qué ponerse nerviosos, aquel hombre tenía
una mano ocupada por el cartel de recompensa y la otra por el yelmo que llevaba
bajo el brazo, y si intentaba soltar cualquiera de las dos cosas y hacer alguna
estupidez, él ya tenía su brazo izquierdo descansando relajadamente sobre el
respaldo del banco, a apenas un cómodo movimiento de la pistola que llevaba
enfundada a la cintura. Por no hablar de sus compañeros, una media docena de
hombres que llevaban cruzadas al pecho correas y bandoleras con dagas,
cuchillos lanzables, estiletes… Von Hagen hizo un gesto apenas perceptible a
Funderlin, un tipo flacucho que estaba delante de él. Éste, ante la levísima
negación de cabeza de Von Hagen, guardó la daga que estaba empuñando con
disimulo bajo su raída capa verde.
-“No lo olviden… Cualquiera
que lo oculte será castigado con la misma severidad. No hay clemencia para los
asesinos y los ladrones.” -farfulló algo mientras se daba la vuelta y se
alejaba caminando con la misma parsimonia con que había entrado, hasta salir
del local, que poco a poco fue recuperando su bulliciosa atmósfera.
Los hombres de Hölderlin
intercambiaron miradas cargadas de significado y complicidad.
-“Vaya, vaya, vaya… Bueno,
creo que ya empiezo a imaginar por qué nuestro nuevo amigo Dismas estaba tan
dispuesto a incorporarse a nuestra variopinta organización. Sí, se hizo el duro
con eso de exigir una remuneración especial, pero… parece que simplemente huye
de algo… Como todos” -añadió mirando significativamente a su compañero- “¿Qué
opinas tú, Von Hagen?”
-“Bueno, dada su lista de antecedentes y que al
parecer han mandado a un guardia de caminos desde Averland en su busca… yo
diría que hemos invertido bien nuestro dinero.”
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