Una columna de humo y vapores se elevaba desde el lugar en que el Superviviente había tomado tierra de forma no muy delicada. La nave había resistido la entrada en la atmósfera, y Mallear y su grupo habían conseguido no estrellarse. Bueno, no estrellarse del todo. Pero los sistemas de la nave habían quedado en bastante mal estado, y era improbable que lograsen repararla sin recursos externos. Los escáneres que aún funcionaban mostraban que el aire era respirable y, tras hablarlo un rato, llegaron a la conclusión de que guarecerse en el Superviviente y esperar sólo les acercaría al momento de su muerte, pues nadie vendría a rescatarlos. Reunieron las pocas armas, víveres y útiles que tenían y se dispusieron a explorar los alrededores.
Se encaramaron a lo alto de una colina cercana, y desde esa elevación contemplaron por primera vez ese nuevo mundo desde dentro de la atmósfera. El paisaje era inhóspito, aunque tenía cierta belleza alienígena y salvaje… si uno no esperaba quedarse allí mucho tiempo. Hasta donde alcanzaba la vista se extendía un ardiente desierto, salpicado aquí y allá por páramos rocosos más o menos elevados, así como cañones y algunas formaciones montañosas de aspecto escarpado. El extraño sol de aquel sistema proyectaba una luz entre anaranjada y rosácea, y eso hacía que el cielo y la propia arena adoptase ese mismo tono, confiriendo a aquel mundo una apariencia extraña. Entre los cañones y colinas rocosas, que adoptaban un color casi púrpura bajo esa luz, se formaban valles en los que la arena rosada formaba dunas, como si se tratase de pequeños mares de arena entre afiladas islas de pizarra. En la distancia se veían algunas vías fluviales, lo que no era mala señal, aunque eso no quería decir que fuesen potables ni mucho menos. Pero era un comienzo. Quizá hubiese vida allí.
Cerca de donde había aterrizado su nave transcurría un riachuelo, un afluente
del torrente más caudaloso que podía divisarse en la distancia. Y, para sorpresa
y alegría de todos, a unos cuantos kilómetros más allá se veía la pared de un
cañón rocoso de no mucha altura, y coronando la cima de éste, un edificio.
Parecía una construcción militar, algún tipo de puesto avanzado, quizá. Si
pertenecía al Imperio y los identificaban como piratas los ejecutarían o los
harían prisioneros, pero ése era un problema del que aún no valía la pena
preocuparse. Al menos ahora había esperanzas de que no muriesen en aquella
roca. Tras haber sellado las compuertas de entrada de su nave, se pusieron en
marcha en esa dirección.
Caminaron un par de horas siguiendo el riachuelo, hasta llegar al río
principal, que tampoco era gran cosa en cuanto a anchura ni profundidad. En los
alrededores del río, el paisaje era también curioso a su manera. Columnas
verticales de piedra, como extrañas estalagmitas de mineral, se elevaban aquí y
allá. La temperatura era algo más tolerable en esa zona, refrescada por el
cauce del agua, y de las cuevas y grietas que se formaban entre las rocas de
las colinas cercanas llegaban extraños zumbidos y sonidos difíciles de
identificar, como silbidos o aullidos. Sin duda había vida allí.
-“Lo estáis oyendo ¿no, compañeros?” -Jethro iba en cabeza con su escopeta.
-“Si alguien ve algo, muchachos, quiero aviso inmediato.” -Mallear le seguía,
dirigiendo al resto- “No parece nada hostil, de momento, pero… tened los ojos
abiertos”
Enoch se adelantó hasta
alcanzar a Jethro, que estaba agazapado tras unas rocas.
-“Sshhh...” -el hombre se llevó un dedo a los labios y le señaló un pequeño
claro entre las rocas, a unos treinta metros de donde estaban. Enoch tardó un
par de segundos en distinguir al ser, pues sus escamas rosadas lo hacían
camuflarse con el entorno. Era una esbelta criatura de cuatro patas, cuya
complexión y tamaño recordaban a la de un caballo muy escuálido o un antílope
de alguna clase, aunque su cuerpo estaba cubierto de escamas como el de un
reptil, y su cola recordaba también a la de un lagarto. Su cabeza era alargada,
con un hocico cónico que le recordó al de los lamehormigas que vio en las
selvas de Vantarys II, cuando trabajaba para un rogue trader. La criatura
sacaba y metía una lengua asombrosamente larga por el orificio al final de su
hocico, con la que bebía del arroyo. Al cabo de unos instantes, vieron algunos
ejemplares más de estos animales, al parecer ramoneando entre una especie de
arbustos azulados que crecían en las orillas. No parecían agresivos, y desde
luego no parecían carnívoros. Comunicaron por radio la presencia de animales a
los miembros más rezagados del grupo, y siguieron.
Enoch estaba atravesando una zona hundida en el suelo, al parecer un cráter
formado por un pequeño meteorito, cuando oyó un sonido de guijarros desprendiéndose
a su izquierda. Llegó a atisbar un cuerpo escamoso que se ocultaba entre las
rocas. Desenfundó una de sus pistolas, por si acaso. Se disponía a proseguir su
camino para salir del cráter lo antes posible cuando de pronto vio algo por el
rabillo del ojo. Un ser que no se parecía nada a los de antes acababa de emerger
de entre las rocas y le miraba fijamente. Ésta era una criatura bípeda, mediría
más de dos metros de alto, incluso encorvado como estaba. Sus brazos, que eran
cuatro, eran más largos que sus patas traseras, llegándole hasta más abajo de
lo que serían las rodillas, y estaban acabados en amenazadoras garras.
Definitivamente, éste no tenía pinta de ser herbívoro. Estaba también cubierto
de escamas, de un tono entre grisáceo y rosado, y su cabeza reptiliana poseía
una boca grande y llena de dientes afilados, a diferencia de los ramoneadores
que habían visto antes. De su grupa y la parte trasera de su cabeza brotaban
una especie de espinas óseas de color blanquecino. De pronto echó a correr
hacia él, con las garras extendidas. Enoch disparó su pistola láser alcanzando
al ser en un brazo, y éste lanzó un silbido de dolor. Dio un salto hacia un
lado y se encaramó a un saliente rocoso, pero cuando parecía que iba a huir se
lanzó de nuevo sobre el muchacho, con sorprendente agilidad. Enoch cayó de
espaldas sobre el suelo polvoriento, con el monstruo sobre él. Por instinto
apretó el gatillo de su pistola una y otra vez, alcanzando a quemarropa a la
criatura, que al recibir heridas de mayor gravedad se retiró aullando y
desapareció más allá del borde del cráter.
-“¡Cuidado! ¡Criatura hostil en mi posición! ¡Criatura hostil en mi posición,
muchachos, no sé si va hacia vosotros! ...Cambio!” -La voz de Enoch llegaba
algo distorsionada por el comunicador. El muchacho parecía agitado.
-“¿Estás bien, tron?” -Frost oyó algo a su derecha justo mientras Enoch le
respondía por radio que no se preocupase por él. Cargó la escopeta y se estaba
dando la vuelta cuando el ser escamoso apareció ante sus ojos. Abrió fuego,
pero la criatura era muy rápida y erró el tiro. Oyó la voz de Daryl el Guapo
unos metros a su izquierda, soltando improperios mientras también disparaba su
escopeta.
-“¿Todo bien, Guapo?”
-“Estoy bien, pero el puto bicho se me ha escapado. ¡Es una centella!”
-“Reagrupaos inmediatamente, muchachos” -esta vez era la voz de Mallear, con su
sonido característico al ser emitida a través de su respirador de combate,
transmitiendo a todos- “Retroceded hasta la roca en forma de columna grande que
acabamos de pasar”
Unos instantes después
estaban todos reunidos junto al pilar rocoso que habían tomado como punto de
encuentro. Todos excepto Macready.
-“Maldita sea, Macready, responde ¿Estás bien?” -Daryl intentaba contactar con
él, pero sólo le llegaban interferencias.
-“Vamos a buscarle” -Jethro estaba ya echando a andar cuando llegó al fin una
transmisión.
-“No os pongáis nerviosos, muchachos. Estaré ahí en un minuto.”
Cuando apareció en el claro junto al arroyo, con el lanzallamas colgado al
hombro, lo hizo arrastrando por la cola el cadáver de la criatura. El cuerpo
del animal estaba parcialmente calcinado, y su cabeza aún ardía, despidiendo un
humo que olía a prometio y carne a la brasa. Macready miró a los demás con
satisfacción, dio una calada al cigarrillo de liar que llevaba en los labios y
sonrió- “Traigo la cena.”
Finalmente llegaron al
edificio que habían divisado en la distancia. Era una construcción funcional y
sólida, similar a un puesto fortificado, al que se podía acceder por una
escalera de enrejado de metal que subía desde el pie de la pared del cañón. Sin
duda era una instalación militar, con paredes de ferrocemento y metal
reforzado, y torres de observación con algunas torretas con armas montadas.
Estaba desierta, eso sí, y el acceso principal estaba abierto.
-“Un puesto de la Guardia Imperial, o de las Fuerzas de Defensa Planetaria”
-dijo Macready mientras exploraba con cautela las instalaciones, lanzallamas en
mano.
- “Quizá deberíamos echar un vistazo en los aparcamientos” -Daryl el Guapo se
dirigía, también con el lanzallamas preparado, hacia otra parte del complejo-
“Puede que encontremos algo de utilidad”
- “Esperad, muchachos.” -Jethro había subido a un nivel intermedio de los que
componían la estructura de rejilla metálica que unía las diferentes torres-
“Aquí hay sangre seca. Y signos de lucha… Aquí ha pasado algo, puede que no
abandonaran este sitio sin más. Estad alerta.”
- “¿Cuerpos, Jethro?”
- “No, jefe… No he visto ninguno.”
- “De acuerdo, ya lo habéis oído, chicos. En silencio y con cautela. Si veis
algo, usad la radio.”
Los hombres se dispersaron
en dos grupos, yendo por la derecha Daryl y Mallear, mientras Macready, Frost y
Enoch daban un rodeo por la izquierda del complejo, hacia una zona de
barracones. Jethro siguió por su cuenta, accediendo a los niveles superiores y
las torres armadas.
Una sonrisa de satisfacción se formó en la cara de Daryl el Guapo cuando vio el
premio que le esperaba en el aparcamiento de carga y descarga.
- “Aquí Guapo. Hay un módulo todoterreno en el aparcamiento que hay junto a la
torre cisterna. Corto.”
Él y Mallear comprobaron que tenía combustible, e inspeccionaron la zona por si
pudiera haber algo más de utilidad.
El grupo de Enoch estaba
revisando varias naves de almacenamiento de su lado antes de ir a reunirse con
Daryl y Mallear. Mientras Macready y Frost echaban un vistazo en el primer
nivel, Enoch subió por una escalera de mano hasta las pasarelas enrejadas que
formaban los niveles superiores. Allí encontró más de los signos de lucha que
había mencionado Jethro. Había varias cajas de herramientas y recambios volcadas
por el suelo, y rastros de sangre. También un rifle láser… quienquiera que
hubiera sido su propietario, no lo habría dejado allí tirado voluntariamente.
Se colgó el rifle a la espalda por la correa y siguió avanzando con cautela,
con la pistola preparada. Salió a una pasarela metálica externa que seguía la
pared del complejo, pasando por una torre de defensa en la que había un bólter
pesado anclado en un soporte, y siguió hasta volver al interior, a una nave de
carga y descarga llena de cajones metálicos y recambios varios. Todo estaba por
el suelo, aquí la sensación de caos era mucho mayor que en ningún otro lugar, y
también la cantidad de sangre seca que había en el suelo. Un viejo montacargas
y varias escaleras de mano conducían, descendiendo por una gran grieta o túnel
natural en la roca, hasta el fondo de un cañón rocoso. Abajo el camino
continuaba, y un par de módulos todoterreno estacionados indicaban que las
Fuerzas de Defensa (o quien hubiese sido el dueño de la fortificación) lo
habían utilizado como acceso secundario. Pero nada de eso cruzó la mente de
Enoch en ese momento, ya que el espectáculo sobrecogedor de unos cincuenta o
sesenta cuerpos humanos desgarrados y ensangrentados, formando un montón en el
fondo del cañón, acaparó todo el protagonismo.
Un ruido detrás de él le heló la
sangre. Se volvió, agazapado como estaba, para ver a una criatura como la que
le había atacado antes. Dos de sus brazos llevaban agarrado el cuerpo inerte de
un soldado, al que estaba arrastrando hacia el hueco del montacargas, hasta
aquella macabra despensa de carne. El ser aún no le había visto. Enoch avanzó
sigilosamente hacia un grupo de cajas volcadas, y se ocultó allí. La criatura
de escamas purpúreas pasó de largo y descendió por una de las escaleras de mano,
usando sus cuatro extremidades libres, desapareciendo por el túnel. El muchacho
estaba a punto de volver por la pasarela exterior por la que había venido
cuando otra criatura emergió, al parecer trepando desde la torre que albergaba
el bólter pesado. Ésta tampoco le había visto aún, estaba husmeando por el
suelo, sacando de vez en cuando su larga lengua de lagarto, probablemente
buscando más comida. Enoch estaba retrocediendo despacio hasta la nave del
montacargas, sin quitarle la vista de encima al ser, cuando su radio chasqueó
con la voz entusiasmada de Frost: “¡Te va a encantar lo que te llevo, Guapo,
espera y verás!”. La criatura escamosa giró inmediatamente su cabeza en esa
dirección. Se miraron durante un segundo a los ojos, y luego Enoch abrió fuego
y le hizo varios agujeros en el cuello y el pecho al odioso lagartoide, que
cayó hacia atrás y soltó un agudísimo y ensordecedor aullido antes de que Enoch
la rematase con un tiro en la cabeza. Mientras corría hacia sus compañeros, oyó
con consternación cómo docenas de aullidos respondían desde el hueco del
montacargas.
-“¡Hay montones de ellos! ¡De esos putos lagartos, han matado a
todo el mundo, por eso está vacío! ¡Hay que salir de aquí ya!”- la voz
distorsionada de Frost volvió a brotar de la radio- “¿Dónde estás, muchacho? ¿Vamos
a por ti?”
-“No, quedaos donde estabais. Seguís en la nave donde os dejé ¿no?”
-“Te espero allí, no te preocupes. Corto.”- respondió Frost. Mientras Enoch
cruzaba la pasarela a la carrera, oía más aullidos y chirridos provenientes de
abajo. Oyó en la distancia los disparos de las armas de sus compañeros, aquello
se estaba poniendo feo. Hubo un fuerte golpe en el suelo a su espalda, y al
volverse vio a uno de aquellos bichos que acababa de aterrizar tras él. Le
acertó con dos disparos láser en la cabeza y siguió corriendo. Bajó lo más
rápido que pudo la escalera de mano y llegó por fin a la nave, donde Macready
estaba preparado con su lanzallamas.
-“A la entrada, rápido.
No te pares. Yo te cubro.” -fue lo único que le dijo, con expresión
imperturbable bajo sus gafas protectoras y su barba tupida.
-“¿Dónde está Frost?”
-“¡Está en la entrada, no te pares, muchacho!”
Por el corredor que cruzó a la carrera vio varios cadáveres calcinados de
aquellos seres. Al desembocar en la gran estancia donde se habían separado, vio
a Daryl el Guapo a los mandos de un todoterreno de enormes neumáticos
reforzados, ya arrancado, y a Mallear con su pistola de plasma de pie en el
asiento del copiloto, disparando contra un lagartoide que corría hacia ellos.
“¿Y Macready?”- preguntó a voces el capitán. Enoch se paró en seco. Macready
debería haber venido detrás de él.
El lanzallamas dio su
útima bocanada tras achicharrar a otra de aquellas alimañas. Macready soltó una
maldición y siguió corriendo, pero al llegar a la siguiente nave de almacenaje,
la que acababa de cruzar Enoch hacía escasos segundos, un grupo de aquellos
cabrones entraron descolgándose desde el piso superior. Macready se echó al
hombro el lanzallamas y sacó de su funda la escopeta. El primer tiro le voló el
costado a una de aquellas cosas, y el segundo falló. Eran muy rápidos, y la
escopeta no era un arma precisa a aquella distancia. Se le echaron encima los
tres que quedaban en pie, cargando contra él a toda velocidad. Estaba a punto de
reventar a otro de un escopetazo cuando, al retroceder entre los numerosos
restos y escombros del suelo, tropezó con una caja de herramientas y cayó de
espaldas, fallando el tiro. La criatura a estaba sobre él cuando, sin causa
aparente, estalló en llamas. La que venía detrás recibió también un impacto y
comenzó a arder, mientras se retorcía en el suelo. Jethro aterrizó en el suelo
saltando desde una rampa del nivel superior y siguió disparando al lagartoide
que quedaba. No consiguió darle, pero le puso en fuga.
-“Munición incendiaria ¿eh?”- farfulló Macready mientras se levantaba aturdido
y se apagaba con la mano un mechón de pelo que se le había incendiado. -“Luego
te daré unos cartuchos, compañero. Vámonos de este infierno.”- dijo Jethro
ayudándole a levantarse.
Llegaron al módulo todoterreno justo en el momento en que Frost hacía su
entrada triunfal, pilotando un sentinel. El bípode de combate avanzaba a
zancadas desgarbadas mientras disparaba el cañón automático que llevaba
acoplado a un costado, y la lluvia de proyectiles de gran calibre comenzó a
hacer estragos entre los cada vez más numerosos seres que emergían de diversos
accesos y compuertas. El todoterreno arrancó y, seguidos por el sentinel,
abandonaron aquel fuerte que se había convertido en una tumba hambrienta de
carne. Antes de que lograsen salir del perímetro, un último lagartoide se lanzó
desde lo alto de la muralla y aterrizó sobre la parte trasera del vehículo,
derribando a Jethro bajo su peso. Peró éste le atravesó la cabeza con el cuchillo
de combate, y Enoch y Macready lanzaron el cuerpo por la borda de un empujón.
Habían logrado escapar una vez más… aunque todo había sido tan rápido que aún
estaban conmocionados, demasiado para sentir júbilo o alivio.
Condujeron en silencio un minuto o dos, seguidos por el bípode.
- “¿Todos bien?” preguntó Mallear, con su voz sonando ronca a través del
respirador. Hubo asentimientos varios, y por la radio entró la voz de Frost
“¿Qué te parece mi juguete, Guapo? Reconoce que el mío es más grande.” -El
grupo intercambió algunas bromas para disipar la tensión y se dirigieron de
vuelta a la sombra y la seguridad de su nave lo más rápido posible.
- “Bueno, muchachos... buen trabajo.” -fueron las palabras de Mallear, quien
garabateaba algo en un mapa con expresión ceñuda -“Tras nuestra pequeña
expedición de reconocimiento, ya sabemos en qué dirección hay un jodido
infierno aullante lleno de hijos de puta devoradores de hombres” -hubo algunas
risas nerviosas- “Así que ya podemos anotar en el mapa que no hay que ir, bajo
ningún concepto, en esa dirección. Y tenemos un vehículo y artillería móvil…
vamos mejorando. Ah, y otra cosa, Macready… ya me estoy hartando de tus putas
heroicidades, me paso el día preguntándome dónde estás y si te han volado ya en
pedazos.”
- “Se acabó lo de hacerme el héroe, jefe. Lo prometo.” -respondió el barbudo
pirata con agotamiento en la voz, mientras se recostaba.
Acordaron descansar unas horas a la sombra del Superviviente y ponerse en
movimiento al caer la noche, cuando el calor fuese menos abrasivo, en dirección
a una lejanísima columna de humo que habían divisado en dirección sur (o en lo
que ellos habían decidido que, probablemente, fuese el sur… al menos en el mapa
que estaban esbozando para ayudarse en la exploración). Quizá allí encontrasen
seres humanos con vida, quizá incluso un asentamiento. Lo que no sabían era lo
que se iban a encontrar por el camino… Eso aún tendrían que descubrirlo. Y
tendrían que sobrevivir a ello.
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